Por Nidia Marín
Y no es que San José le dijera María su esposa: “Lo siento Mari, pero tengo que cumplir con el fisco”. Tampoco es que los sitios para el pago estuvieran saturados, no, simplemente eran inexistentes por lo que el mártir del gobierno, junto a su esposa, sentada sobre un burrito, caminó desde la ciudad de Nazaret hacia Belén para cumplir con las obligaciones impuestas por el erario.
Los historiadores aseguran que la expresión fisco tiene antecedente en la latina fiscus, cuyo significado, según el diccionario, es: caja de caudales; erario; cesta de junco; dinero; fisco.
Efectivamente era una cesta, bolsa o caja en la cual se depositaban los dineros de los tributos que se pagaban al soberano y el encargado de recibirlos le apodaron “el fisco».
Y sí, preferían deambular que enfrentar las consecuencias de dejarlo para mañana.
A la pareja de esta historia, el ser responsables con el gobierno les salió medio caro, pero allá iban, deteniéndose de vez en cuando por aquello de la esposa embarazada.
Sí, la virgen María (coloque usted ser mundano una pequeña interrogación en la primera palabra, aunque aseguran que Pio IX alejó las carnalidades y dijo que ella “por un privilegio único, fue preservada de la mancha original desde el primer instante de su concepción”). Como fuere, estaba a punto de dar a luz, pero como abnegada esposa siguió a su querido Pepe sin alegar ni exigir nada.
Evidente, aquel peregrinar les tomó nueve días y Jesús ya tocaba la puerta del vientre de su madre, porque estaba listo para conocer el mundo. Queda claro: no sabía lo que le esperaba.
José y María se cansaron de tocar puertas. Fueron rechazados en un mesón y en diversas casas por los habitantes de Belén y, por lo tanto, se vieron obligados a refugiarse en un establo que unas buenas personas les ofrecieron.
Y ahí parió María, así que tras colocar al bebé sobre un pesebre y alejar un poco el buey, los corderos y al asno, los tres miembros de la familia empezaron a recibir las visitas de reverencia de los pastores, así como a los Tres Reyes Magos, pero esas son otras historias, porque lo inmediato de aquel viaje fue que el rechazo vecinal a la pareja se tradujo en las denominadas “Posadas” hecho que es recordado anualmente en varios países del mundo católico, como México, hasta que llegó el Covid-19 (seguramente ateo) y con su sola presencia ha logrado que no haya posadas los últimos nueve días anteriores a la Nochebuena.
Ya no, prácticamente en ninguna parte del mundo católico, aunque recordemos con nostalgia y tristeza aquello que se cantaba en México:
“En el nombre del cielo / os pido posada, /pues no puede andar / mi esposa amada”.
Y la respuesta:
“Aquí no es mesón, / sigan adelante. /Yo no puedo abrir, / no sea algún tunante.
Acotación: en México abundan, pero les decimos Pillo, bribón, ratero, asesino, feminicida, homicida.
Otro verso decía:
“Posada te pide, / amado casero, / por solo una noche / la reina del cielo”.
Lo que respondieron:
“Pues si es una reina / quien lo solicita, / ¿cómo es que de noche / anda tan solita?”
Que bueno que fue en Belén, porque aquí en México, un san José de pocas pulgas les hubiera dicho:
“¿Qué dijiste? “¡Si eres tan machito acércate imbécil!”
Desconocemos actualmente si habrá posadas virtuales. Las anteriores iniciaban el día 16 de diciembre es decir de mañana en ocho días.
Tampoco se sabe si San José le cumplió al fisco o lo dejó chiflando en la loma hasta el año siguiente
Y como pagarle al erario significa privarse de satisfacciones, aunque si no se lleva a cabo el Estado tiene el derecho de exigir su cumplimiento, aun por la fuerza, creo que San José apoquinó lo que debía. Más le valía…
¿En aquel tiempo también?
Mejor no le busquemos tres pies al gato y cantemos:
“Entren santos peregrinos, / reciban este rincón, /aunque es pobre la morada, la morada; os la doy de corazón!”
Y la consabida:
“Echen confites y canelones / a los muchachos / que son muy ca…nijos”.