Riqueza Nacional y Pueblos Pobres

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

El problema de la riqueza de unos cuantos y la pobreza en que han vivido miles de millones de individuos desde los tiempos de las primeras dinastías egipcias (Egipto dejó constancia escrita y gráfica de las características de su sociedad) hasta el mundo contemporáneo definido por la irrupción del Covid-19 y los males que además del tema de salud se centran en el trastocamiento total de la economía mundial, dejan ver que el género humano ha vivido, entre otras cosas, por la definición de unos que lo tienen todo, otros que luchan por tener cosas y una inmensa mayoría que aunque trabaja, no puede alcanzar los niveles mínimos de bienestar para llevar una existencia decorosa en los temas de educación, salud y esparcimiento. Lo anterior viene a cuento por los comentarios que en los medios de comunicación han salido en torno al discurso que por dos años de administración leyó la semana pasada el presidente López Obrador.

Dos puntos de partida. Hace poco menos de una semana estaba viendo un capítulo de la serie británica The Crown en donde, entre otras cosas, se mostraba el suceso de que en dos ocasiones un commoner (sic), con toda la carga clasista que ello implica, osó entrar al palacio de Buckingham y en la segunda oportunidad pudo hablar con la reina Isabel II. La televisión del momento señaló que no se supo de que hablaron el intruso y la soberana, pero la serie, que ficciona (doble sic), retrató el reclamo que el trabajador inglés le hacía al gobierno de Margaret Thatcher acerca de sus políticas de eliminación de subsidios, cierre del estado benefactor, falta de oportunidades de trabajo y violencia policial contra manifestaciones obreras, en un país considerado democrático. Estimado lector, no se nos debe olvidar que Thatcher, más que Ronald Reagan, fue la artífice gubernamental de poner en práctica las máximas económicas de una añeja corriente que desde el siglo XIX se conocía y se conoce como neoliberalismo; modelo económico que llegó a convertirse en dogma, implementado por gobiernos conservadores lo mismo en el eje anglo-estadounidense que en Canadá, Alemania, Chile o México. La principal diferencia entre los primeros cuatro países y los dos latinoamericanos es que el neoliberalismo si bien sacudió de raíz las relaciones laborales alemanas o inglesas, la riqueza generada por las empresas en Frankfurt, Edimburgo u Ottawa produjo un bienestar totalmente palpable en los trabajadores de aquellos países del “Primer Mundo”. En cambio para el ámbito mexicano, chileno, egipcio, sudafricano, colombiano y español, los últimos cuarenta años de economía supuestamente neoliberal no produjeron un bienestar palpable entre la población, generaron una pauperización de la relación trabajo-salario, y en cambio el neoliberalismo-dependiente-tercermundista sí provocó la aparición y afianzamiento de individuos inmensamente ricos, empresas medianamente prósperas a expensas de pueblos pobres, desnutridos, maleducados y víctimas de una violencia rampante. ¡¡Esa es la situación de buena parte del mundo inserto en la pandemia del Covid!!

La segunda experiencia se refiere a los comentarios que en la “Mesa Política” del noticiario matutino de Carmen Aristegui fueron suscritos por uno de sus invitados, el cual estaba escandalizado porque en el discurso del 1° de diciembre suscrito por el Presidente, se apuntara que el gobierno de la Cuarta Transformación había gastado enormes sumas en subsidiar becas a estudiantes, amas de casa, personas de la tercera edad -viejos-, minorías como los pueblos indígenas, discapacitados, programas para la compra de leche, materiales educativos, y un largo etcétera. Todos los anteriores son ciudadanos mexicanos a quienes no les llegó -a diferencia de a los trabajadores alemanes- los beneficios del neoliberalismo económico implementado por gobiernos responsables, eficientes y honestos. La experiencia mexicana y particularmente los últimos veinte años que incluye a la actual administración es un crecimiento mediocre que promedia poco más de uno por ciento de crecimiento del PIB; en el tema del trabajo la proliferación de contratos laborales manejados por empresas catalogadas y que practican el “outsourcing”, amén de una descomposición social que se traduce en diversos tipos de violencias y en la proliferación de enfermedades entre la población.

Estar regalando -subsidiando- dinero y servicios a la población por largos lapsos de tiempo es evidentemente malo porque la gente rápidamente se acostumbra a lo fácil, pero es necesario reconocer varios asuntos. Existen en México conglomerados sociales que nunca han salido del subdesarrollo y es poco factible que puedan hacerlo bajo los esquemas de diestra y siniestra que actualmente gobiernan al país. Es evidente que la actual pandemia del Covid-19 trastocó la economía mundial y ahondó la recesión en México que ya llevaba meses de ser una realidad; hasta este momento hay más mexicanos sin ingresos regulares y no ayudarlos puede convertirse en un problema social con connotaciones violentas que a nadie conviene –eso creo yo pero algunos lo desean. En fin, debe ser tarea de cualquier gobierno que pretende “hacer feliz” a su población llevar adelante acciones que tiendan a su mejoramiento material y espiritual; unos lo han buscado siguiendo algunas recetas, otros han seguido el camino opuesto. Como decía Ignacio Comonfort a mediados del siglo XIX: será bendecido por la generación actual y las futuras generaciones aquel gobierno que logre descifrar el camino correcto para alcanzar la paz y la prosperidad en la república. ¿Podremos los mexicanos alcanzarlo y disfrutarlo en las próximas décadas?

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