*El Rezago Educativo y la Falta de Acceso a Servicios de Salud
*También a la Seguridad Social y a la Alimentación
*La Calidad Inadecuada w Insuficiencia Espacial de Vivienda
*La Indisponibilidad de Algún Servicio Básico en la Misma
Por Ezequiel Gaytán
La pobreza es una deuda social que aún no superamos. El concepto de independencia de 1810 fue rápidamente acompañada por las ideas de Morelos de justicia social y así quedaron plasmadas en la Constitución de Apatzingán. Desde entonces, ilustres mexicanos, de distintas ocupaciones y responsabilidades, se han ocupado y preocupado por combatir ese terrible flagelo. Desafortunadamente también la historia registra políticos que enarbolan su decidida animadversión contra la pobreza, pero poco hacen efectivamente.
La pobreza es una realidad y por lo mismo objeto de estudio serio a fin de que la atención a la misma sea con argumentos y se pueda prever y, en el mejor de los casos, evitar. De ahí que en el mundo las escuelas de economía, de ciencias sociales y de derecho estudian sus causas, sus consecuencias y formas eficaces de entenderla y combatirla. Incluso otras escuelas como las de medicina y la de odontología estudian y trabajan con el fin de disminuir las llamadas enfermedades de la pobreza.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó el 25 de septiembre de 2015 un conjunto de 17 objetivos globales al 2030 a fin de erradicar la pobreza, proteger al planeta y asegurar la prosperidad para todos; se les conoce como la Nueva Agenda de Desarrollo Sostenible. Por su parte, en materia de pobreza, México tiene la Medición Multidimensional de la Pobreza que se elabora con base en la Ley General de Desarrollo Social (LGDS), la cual instruye que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) debe establecer los lineamientos y criterios para la definición, identificación y medición de la pobreza. Así, los Indicadores son seis: a) el rezago educativo; b) la falta de acceso a servicios de salud; c) la falta de acceso a la seguridad social; d) la falta de acceso a la alimentación; e) la calidad inadecuada y espacios insuficientes de la vivienda y, finalmente f) la indisponibilidad de algún servicio básico en la vivienda. Además, considera dos factores fundamentales: el ingreso y el grado de cohesión social.
La pobreza también se mide con diferentes criterios en las urbes y en lo rural, pues ésta tiene distintas acepciones en ambos cosmos. De ahí que su definición actual va más allá de la falta de recursos financieros y materiales. Es decir, hay que agregar al concepto la falta de acceso a los servicios públicos gubernamentales y no gubernamentales.
Que no llegue la luz a un poblado o el agua potable o la carretera o una escuela o una clínica es un indicador de la pobreza, aunque haya dinero y recursos materiales. Lo mismo sucede en una colonia o asentamiento urbano de una gran ciudad, si acaso no llegan los servicios públicos se incrementa el número de pobres y marginados.
Lo anterior viene al caso porque el actual gobierno es claro en su política “por el bien de México, primero los pobres” lo cual es plausible. Pero pareciera que la política de desarrollo social se quedó en la anacrónica definición de que la pobreza es la falta de dinero. Lo sostengo porque esta administración regala los recursos financieros a los mexicanos que menos tienen, pero no se aprecia que el gobierno impulse obras de agua potable, alcantarillado o carreteras. No lo hace porque su concepto de austeridad también es obsoleto, pues no invierte en infraestructura de microcosmos; toda la concentra en sus obras faraónicas de Dos Bocas, El aeropuerto Felipe Ángeles y el Tren Maya.
Invertir en infraestructura en asentamientos urbanos menores a los dos mil quinientos habitantes pareciera ser marginal y con el presupuesto 2021 no se ve que vaya a destinarse gran cantidad de dinero. Lo cual es un problema serio porque lo que se está haciendo es perpetuar la pobreza. Sólo el intervencionismo del Estado en obra pública en esos asentamientos será lo que reduzca la marginalidad.
La pobreza no se supera ni se superará regalando el dinero, pues las compras que realicen los beneficiarios se focalizan a comprar alimentos que representan al sector primario de la economía, lo cual prácticamente no generará capital de retorno a los productores. En cambio, sí compraran productos al sector secundario o industrial de la economía si podría reactivarse la producción.
Mucho me temo que la escalada de pobres que la pandemia sanitaria generó no disminuirá sustancialmente en esta gestión y los indicadores formales que el Coneval medirá serán tristes y graves. De ahí que regalar el dinero sólo se convertirá en un paliativo menor. Ojalá que se reasuma el papel activo de la hoy golpeada Administración pública y que los servicios públicos y el desarrollo de la infraestructura en poblaciones cuantitativamente menores vuelvan a ser prioridad gubernamental.