Por Jesús Michel Narváez
Él lo dice así: me quieren callar y no lo voy a permitir.
Se refiere a los críticos: son parte del pasado, de la prensa vendida o alquilada…
Insiste: soy el Presidente más criticado y golpeado…
Se compara con Madero… con Juárez y rescata a Mussolini…
Carece de un estilista que le arregle el cuello de la camisa cuando mantiene sus monólogos a través de zoom…
Quiere aplausos…
Odia la crítica sustentada…
Reclama pruebas cuando se le acusa a él o a su gente…
Él puede acusar sin comprobar nada…
Tiene el síndrome de la perfección…
La medicina lo define como “Síndrome del Perfeccionista”, o “Trastorno Anancástico de la Personalidad”. Es propio del hombre querer prosperar; aproximarse a la endaimonía: La vida buena, orientada por la ética, camino de perfección, pues señalará los criterios para alcanzar la felicidad.
Desde su perspectiva el mundo está podrido y solamente él lo salvará. No se conforma con el territorio nacional sino que quiere extender sus virtudes a lo redondo de la tierra.
Intenta ser cuentista y termina como orador callejero.
Carece de sustento en sus expresiones y muestra, eso sí, un carácter autoritario que ni Hitler ni Hirohito mostraron durante la Segunda Guerra Mundial.
Vive ensimismado.. No hay nadie que lo merezca, porque todos carecen de la honestidad valiente que, advierte y ratifica, lo acompaña desde siempre en su vida.
Según sus “postulados” él jamás se equivoca.
Pero los críticos sí. Tiene expedientes y encuestas que solamente él conoce y seguramente allí están los “otros datos”.
Utilizar una conferencia de prensa para quejarse de cómo lo critican y acusar sin prueba alguna de que en México la prensa estaba vendida o alquilada durante el pasado, es un señalamiento difamatorio.
Su perfección no admite réplica. Su palabra es “divina” y los críticos no lo entienden porque son simples mortales.
Reclama igualdad en el trato pero él lo niega al resto.
Es un personaje adicto a poner apodos… pero rechaza que le digan como lo hacían sus paisanos: pejelagarto… admite ser peje pero no lagarto. Seguramente no se atreve a mirar su piel.
Y presume de ser cuenta chistes sin darse cuenta que a nadie hace reír.
Y lo que provoca carcajadas en la defensa de sus acciones irrelevantes.
Ah, no se debe olvidar que trabajar a su lado es “de tiempo completo y lealtad absoluta a su persona”. Los desleales son aquellos que no agachan la cabeza y lo miran a los ojos… aunque no hay muchos de esa clase en la cuatroté.
Son los dos lados de la moneda que tienen, a diferencia de las que son valiosas, la misma imagen en anverso y reverso. Son falsas, como el redentor que quiere representar.
Es probablemente un pastor orgánico.
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