Por Jesús Michel Narváez
El surrealismo, definido como el “Movimiento artístico y literario que surgió en Francia después de la Primera Guerra Mundial y que se inspira en las teorías psicoanalíticas para intentar reflejar el funcionamiento del subconsciente, dejando de lado cualquier tipo de control racional. Dalí aportó al surrealismo el llamado método paranoico-crítico, que consiste en la mezcla de imágenes creadas al azar con otras que le son obsesivas”, vive en el Viejo Palacio del Ayuntamiento.
Nada mejor para explicar la “apertura” de los gimnasios en la Ciudad de México a partir del próximo lunes.
Porque durante largas 13 semanas el semáforo epidemiológico ha estado en color naranja y aplicando criterios unipersonales se permitió la apertura de restaurantes, cines, teatros, plazas públicas con ciertas restricciones. Los gimnasios siguieron acumulando tierra. La explicación para la decisión fue que era necesaria la reactivación económica por dos razones fundamentales: la curva de la epidemia estaba aplanada –falso- y los ciudadanos entendían –falso- que deberían guardar la sana distancia y utilizar el cubrebocas y la careta permanentemente.
Sin que el daltonismo sea una enfermedad de masas, el naranja no ha cambiado a amarillo para finalmente llegar al verde, cuya aplicación demostraría que México, país, y México Ciudad, estarían libres del Covid-19 porque la estrategia funcionó y los científicos nacionales encabezados por los protagonistas principales: el presidente López y el experto en contener y vencer pandemias, Hugo López-Gatell. (Todo es surrealista)
El tema de fondo es que si en 13 semanas no se permitió que los gimnasios abrieran sus puertas por el riesgo de contagio cuasi masivo, nadie se explica por qué ahora sí podrán recibir a sus clientes si las condiciones sanitarias son las mismas.
Nada más irracional que romper la cadena de protección.
Son decisiones tomadas al azar, porque la de conceder –cual concesión burocrática- la “oportunidad de ir al gim y practicar únicamente el levantamiento de pesas”, no parece obedecer a las medidas prohibicionistas aplicadas desde marzo pasado.
A lo mejor el subconsciente de la Jefa de Gobierno y de sus colaboradores reclamó dejar de lado la racionalidad e ir en contra de toda lógica. Si el color del semáforo estuviera en amarillo, otro gallo cantaría. Estando en naranja habría dos dudas: ¿era necesario el cierre de los gimnasios?… ¿fue un capricho?
Vaya usted a saber. Ojalá alguien explicara con racionalidad el cierre y la apertura cuando el semáforo está en naranja.
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