Arsenio Escolar, Ignacio Escolar.
La nación inventada: una historia
diferente de Castilla.
Editorial Península,
Madrid, 344 páginas.
Por David Marklimo
Siempre se dice que la historia la escriben los vencedores, pero también, cualquier observador agudo sabe que la Historia, así con mayúsculas, está llena de mitos que luego van poblando el relato de por qué ganaron los que ganaron. Para hablar de ello, quizá no se tenga mejor ejemplo que la Historia de España … particularmente la del reino de Castilla.
La nación inventada es un repaso divulgativo a la historia de esos siglos en los que se formó la identidad nacional castellana, la nación sobre la que después se edificó el casón de España y de buena parte de Hispanoamérica. Escrito con rigor y un variado anecdotario, ideas e historia, se consigue repasar de forma amena la historia de Castilla separando, para siempre, realidad y leyenda.
Los autores, Arsenio e Ignacio Escolar son padre e hijo, pero también son periodistas, y están preocupados por el devenir histórico, lo fácil que es imponer un discurso dominante, aunque eso signifique mentir y ocultar las cosas. El ejemplo de Castilla sirve como pretexto: en el siglo XIII, tras ganar la batalla de Las Navas de Tolosa y conquistar gran parte de al-Andalus, Castilla era sin duda la nación más pujante de la península Ibérica y una de las nuevas potencias europeas. Su pasado, sin embargo, no era tan brillante como su presente: “no había logrado la independencia de León hasta el siglo XI, había sido uno de los últimos reinos cristianos en nacer y en comenzar la guerra contra el Islam”. Fue en ese momento, durante los reinados de Fernando III y de Alfonso X, cuando toda una serie de falsos mitos, exageraciones y medias verdades aparecen: los jueces de Castilla, Fernán González y el Cid Campeador. Todos hemos oído hablar de ellos, pero los datos no corresponden a la leyenda.
El libro entra en la creciente producción literaria y periodística en torno a las identidades nacionales europeas y americanas (España, Francia, Bélgica, Canadá, Belice, el Reino Unido). Y aparece también en un momento curioso: en el que las ideologías se encuentran en sus horas más bajas el nacionalismo no parece haber sufrido la misma suerte que estas. En el caso español asistimos a una muy preocupante reafirmación de sus nacionalismos que se traduce, de momento y fundamentalmente, en un espectacular choque de trenes en la la nación inventada de Castilla y el independentismo catalán y, aunque en ambos casos se camuflan en reflexiones o propuestas económicas, en realidad esconden un revisionismo crítico sobre el modelo de Estado Español que, en última instancia, lo llevaría a su desaparición. Dado como avanza la situación política española, la pregunta es cómo podrían convivir los nacionalismos español, catalán y vasco en sus respectivos ámbitos territoriales y sentimentales.
Pero nos estamos adelantando diez siglos, disculpen. El gran problema de La Nación inventada es que utiliza conceptos contemporáneos para juzgar la Historia. Por ejemplo, hablar de nación en el siglo X y XI es prematuro. Lo mismo al referirse a la cultura castellana como “machista” o a la Reconquista como un proceso lleno de “limpieza étnica”. Son conceptos de la modernidad, que no figuraban en el imaginario colectivo de la época y que quizá estaban en las antípodas de la cultura de “gesta” dominante entonces. Hasta cierto punto, juzgar la Historia, y a sus personajes, con las reglas del hoy, puede ser entendido como un juego sucio dado que los protagonistas no conocían estas normas, aunque es este caso parece ser simplemente la búsqueda de un lenguaje que resulte atractivo al lector. Lo que si es cierto y extremadamente positivo es que estamos ante un libro de iniciación a la Historia, en el que no se requiere de gran tiempo ni esfuerzo. En la forma y el fondo del libro está una contradicción, y es que, en efecto, la existencia de una identidad nacional no es separable de su psicología y sentimentalidad al fin y al cabo estas son motores de la acción humana y por tanto de Historia.