Por Jesús Michel Narváez
Hace unos días me enteré del proyecto educativo superior que planea Rigoberta Menchú y que consiste en una universidad para mujeres indígenas.
Estará ubicada en Chiapas y ella, la premio Nobel de la Paz de 1998, encabeza la planificación que permitirá, por primera ocasión en México, que las marginadas indígenas encuentren en donde prepararse para hacer frente al futuro y dejar atrás el olvido de todos los gobiernos federales y estatales.
Se incluye al presidente López, quien mientras la pacifista guatemalteca tiene altura de miras, él crea una comisión presidencial que buscará alternativas “jurídicas y administrativas” para apoyar con recursos a escuelas indígenas musicales.
¡Vivan el folclore y la creatividad presidencial!
De acuerdo con la información que me fue proporcionada, Menchú abrirá la oportunidad de que aquellas mujeres que conservan su indigenismo por voluntad propia y defienden sus orígenes para mantener vivas sus costumbres y raíces, se eduquen y obtengan títulos universitarios que las conviertan en médicas, ingenieras, abogadas, economistas etcétera.
Algo que no ha pasado por la mente del presidente López enfocado en su proyecto de “universidades patito” que nadie sabe en dónde están y cuál es el personal docente para atender a los pupilos que asistan a la Benito Juárez.
Porque apoyar –y qué bueno que lo haga al fin y al cabo es para mejorar- a las escuelas indígenas musicales, no sacará de la pobreza, la marginación proveniente de la sociedad –bastante racista aunque se niegue- y tampoco incorporará a los músicos a grandes grupos y orquestas que se presenten en Bellas Artes o en el Metropolitan Ópera y menos en la Scala de Milán. Quizá avancen y dejen de ser músicos en los poblados donde nacieron o radican pero no saldrán más allá de su terruño.
En cambio Menchú mira hacia el futuro superior de la educación. La forma de superar los atrasos regionales y nacionales tiene un solo nombre: educación.
Y si ésta es a nivel superior que permita generar profesionales en diversas disciplinas, es el correcto camino.
Las abismales diferencias entre AMLO y la premio Nobel de la Paz.
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