El Estado Interventor

*Redefinir los Límites de la Injerencia Estatal

*Neoliberalismo, sin Mejor Distribución de la Riqueza

*Incremento de Pobres y Golpeadas Clases Medias

*Centralismo Piramidal y Consecuente Asfixia

*Presidencialismo Centralista y Derrama de Dinero

Por Ezequiel Gaytán

El Estado se define como la sociedad políticamente organizada. Consta de tres elementos territorio, población y gobierno y tiene dos objetivos, mitigar la escasez y mitigar el conflicto social. Para lo cual recurre al Derecho y, de manera focalizada, al Administrativo, con ello fundamenta y motiva su injerencia en los aspectos políticos, económicos y administrativos del país. Por lo mismo, la idea del Estado Gendarme, ese que no interviene en la economía es un mito genial. El siglo XIX fue para Inglaterra, Francia y Estados Unidos el siglo de la expansión económica debido a que sus naciones fueron imperialistas y sus colonias fueron las fuentes de aprovisionamiento de materias primas. Esos Estados fueron intervencionistas con el apoyo de sus ejércitos. El capitalismo no hubiese sobrevivido sin la intervención del Estado.

De hecho, el error del presidente norteamericano Herbert Hoover fue no intervenir aquel jueves 24 de octubre de 1929 y de ahí se desencadenó la Gran Depresión. Consecuentemente, desde entonces los gobiernos reconocieron de manera abierta la necesaria injerencia del Estado y estructuraron sus nuevas políticas económicas al amparo de las ideas de John M. Keynes; es lo que conocemos como el Estado Interventor o Estado de Bienestar hasta que Ronald Reagan en los Estado Unidos y Margaret Thatcher en Inglaterra propusieron, a principios de la década de los años ochenta, la redefinición de los límites de la injerencia estatal, ya que sus ideas consistieron en la búsqueda de atajar la sobrerregulación estatal en el mercado, lo cual derivó en una exagerada privatización de empresas públicas que desembocó en la concentración de gran parte de la riqueza en unas cuantas manos y el incremento del número de pobres. La idea era fortalecer al mercado internacional con la globalización de las finanzas y la producción de las mercancías porque el surgimiento del neoliberalismo coincidió con la caída del socialismo real.

Sin embargo, el modelo neoliberal no ha sido proclive a una mejor distribución de la riqueza, ni a la justicia social, más bien fortalece a las grandes empresas trasnacionales y a los países del Grupo de los Ocho países más ricos y, de manera secundaria, a las naciones con economías emergentes, México entre ellas. Pero los beneficios en nuestro país han sido, en lo general, marginales.

Ante la situación del incremento de pobres y los golpes a las clases medias, la mayoría de los votantes mexicanos le dieron el triunfo al Partido Morena, pues su candidato ofreció cambiar de modelo económico. Empero no ha resultado así.

La economía si está cambiando, pero negativamente. Ya quedó atada al tratado comercial con Estados Unidos y Canadá. Está empantanada, no vamos a crecer y la inflación real de quienes están en el rango de ocho salarios mínimos o más, ya es cercana al 20% anualizada.

En el plano político los cambios son también un retroceso. El Estado no se está fortaleciendo, sino el gobierno con un centralismo piramidal isósceles y su consecuente asfixia al federalismo, el sojuzgamiento a los órganos constitucionales autónomos crea desconfianza social, el desequilibrio en la división de poderes es denigrante, la reducción de presupuesto en áreas como la cultura y la investigación científica es suicida y el desdén por las asociaciones civiles es vergonzante.

El presidencialismo yuxtapone las figuras de Estado y de Gobierno, así el culto a la imagen presidencial pierde suelo y sus decisiones, a todas luces ideologizadas en el marco de los años setenta del siglo pasado, las enmascara con la figura de “primero los pobres”. Pero eso no es intervencionismo de Estado, ya que no se han creado las empresas públicas que subsanen los vacíos del proceso económico de producción, distribución, comercialización y consumo. El sector privado no interviene en proyectos poco rentables, de alto riesgo, de recuperación a muy largo plazo y/o por desconfianza.  Es entonces cuando se recurre a la figura del modelo Keynesiano. Pero no. No hay respuesta de crear empresas estatales que cubran la baja producción en el país. Es cierto que la estatización, la nacionalización y la expropiación son recursos aún vigentes del Estado y del Derecho administrativo. Pero siguen tan enterradas como en los treinta años de neoliberalismo.

En conclusión, no hay intervencionismo de Estado que impulse institucionalmente a la economía, que cree empresas estatales de producción, almacenamiento, distribución, comercialización y consumo. Lo que hay es un presidencialismo centralista que desde la punta de la pirámide derrama dinero, decide casi todo, no se apoya en sus colaboradores y, con un entendimiento simplista de la historia ha decidido, como si ésta fuera pendular, irse al extremo contrario en lo económico y en lo político del neoliberalismo, sin entender que la historia la primera vez que se presenta es una tragedia y la segunda una comedia.

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