Por Nidia Marín
Rechinando los dientes al recoger las varas de los cohetes lanzados durante casi 24 meses, a raíz de la euforia por el triunfo, hoy la ira sustituye a la alegría y pareciera que la revancha en contra de los opositores habrá de esperar porque la pandemia y la furia son las puntas de lanza que hoy rifan.
Mientras la ciudad de todos los mexicanos, la capital del país, navega a la deriva, con violencia, sin ley, sin policía y la comisión de cientos de delitos causados por unos porros disfrazados de anarquistas portadores de piedras, gases, martillos y sin que nadie les ponga un alto. ¿Dónde está la autoridad? ¿Dónde está el gobierno? Tal vez agazapados.
Esto sucede cuando el Covid-19 con su presencia está haciendo más dificultoso el avance del actual gobierno, sobre todo porque ya suman tres titulares de dependencias federales (que se sepa) los contagiados: Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública; Ricardo Sheffield, procurador del Consumidor; y el más reciente Zoé Robledo, director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Pero también ha caído en las garras del virus el subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, así como cuatro gobernadores, el de Hidalgo, Omar Fayad; el de Tabasco, Adán Augusto López; el de Querétaro, Francisco Domínguez; y el de Guerrero, Héctor Astudillo. Además, el vocero de Relaciones Exteriores, Roberto Velasco y la jefa de Enfermeras del IMSS, Fabiana Maribel Zepeda. En total son 7 funcionarios del actual gobierno federal los infectados.
Hay situaciones más serias. Por ejemplo, en el caso del gobierno capitalino hasta finales de mayo se registraban 886 servidores públicos infectados, de los cuales la cifra más elevada está en el Sistema de Transporte Colectivo con 320 casos, seguido por 200 del sector salud de la Ciudad de México. Los fallecidos han sido 139 y… contando.
Al parecer salió el tiro por la culata y los abrazos recomendados fueron fatales.
En el Congreso de la Unión tampoco los morenos se han salvado. Por ejemplo, en la Cámara de Diputados hasta finales de mayo, José Luis Elorza, fue afectado por el coronavirus.
Por ello, actualmente en la máxima esfera del poder de la nación ya no hay sonrisas, sino coraje, además de tener que comerse muchas de sus palabras.
Apenas a principios de enero el Presidente aseguraba que 2020 sería el año para iniciar la Cuarta Transformación, pero el Covid-19 le dijo que no. Al inicio de febrero la cantaleta de la rifa del avión continuaba y el virus se acercaba peligrosamente y el día 28 surgía el primer caso de coronavirus en el país, mientras desde Palacio Nacional se engolaba la voz para decir que no era ni terrible, ni fatal. Así, además, en marzo pronunció las palabras mágicas: “Hay quien dice que por lo del coronavirus no hay que abrazarse. Pero hay que abrazarse no pasa nada”.
A finales de marzo la emergencia sanitaria llegó, la cuarentena también. Para abril los casos se disparaban, las bolsas del mundo caían, el precio del petróleo y el peso también, mientras en aquel rinconcito del zócalo se aseguraba que la economía en México era muy fuerte.
Y el declive continuó en mayo y se acentuó en junio cuando se supo la verdad sobre el ocultamiento de casos y cifras de la pandemia en México.
Por cierto, todos aquellos funcionarios que respetaron la cuarentena y se quedaron en casa no obstante los exhortos de su jefe máximo, no han tenido problemas de contagio.
Porque eso de que las moscas domesticas transmiten el virus es mentira. El mismo, insiste la Organización Mundial de la Salud, se propaga fundamentalmente a través de las minúsculas gotas generadas cuando una persona infectada tose, estornuda o habla. También es posible infectarse si se toca una superficie contaminada y a continuación se lleva uno la mano a los ojos, la nariz o la boca sin lavarse antes las manos.
Al principio de la pandemia se pensaba que sólo afectaría a los adultos mayores. Eso quedó en el pasado porque este virus puede infectar a personas de todas las edades, aunque es verdad que a más años más daños y si se padecen enfermedades como asma, diabetes o cardiopatías, hay mayor riesgo.
La protección, por cierto, tiene un nombre: higiene.
Sólo eso y no pensar que el milagro saldrá del Zócalo ni hacer locuras como, por ejemplo, añadir chile habanero o de árbol a los alimentos, porque es mentira que prevenga o cure el Covid-19, pero sí puede causar una gastritis aguda.
Mucho menos funciona si se come pejelagarto asado con chiles amashitos, tamales de chipilín o mariscos al chiltepín.