*Adivine Quién Sale Beneficiado al Haber Menos Bocas Mexicanas
*Historias de Taxistas que Surcan la Ciudad en Busca de un Oyente
Por Jaime Contreras Salcedo
Por la colonia Casco de Santo Tomás, en la capital del país, arriba, sigiloso, un taxi que llega hasta la puerta laboral de nuestra existencia. Solícito, aunque cansado, el chofer nos abre la puerta para trasladarnos a casa tras la intensa jornada de trabajo. Ha llovido ligeramente en la metrópoli y los vidrios, empañados, reclaman a su dueño o tutor –como nos decían en los ámbitos escolares- la urgencia de un trapo limpiador.
“Bienvenido, buenas noches”, señala, susurra, la voz delante del volante, sin tapabocas ni protección alguna. Solo unos pequeños lentejuelos nos avisan de su presbicia. Entre la mediana luz citadina, la oscuridad y las farolas nocturnas, alcanzamos a ver el rostro de un hombre cercano a 55, agobiado por el cansancio y la rutina, solo arropado por un escueto chaleco grisáceo y una camisa de manga larga, ajada por el inefable tiempo.
Decidido a no quedarse callado en el trayecto, el hombre –que tenía como especie de tic limpiarse los labios con el puño de la blusa- empezó a tejer una teoría de la conspiración en donde los pobres y jodidos no íbamos a salir bien librados. No salimos así, como en otras batallas, ahora en esta suerte de desierto de hormigón y asfalto.
Las principales líneas de este complot internacional, sí, internacional, las han redactado los chinos, esos millones y millones de seres del otro lado del mundo que en esa “inmunda Pekin” (sic) discurren cómo deshacerse de su odiado enemigo: Estados Unidos en general y (Donald) Trump en particular.
- “Esto del coronavirus, palabras más o menos, no es sino una, literal, hijez de la chinada, para acabar con el comercio, la industria, los servicios y lo que resulte proveniente de los gringos, porque en eso de la guerra que se han declarado desde hace unos años estos cabrones (resic), los chales llegaron a la conclusión que no ganarán por las malas y soltaron el virus que está matando a cuanto tipo se le ponga en el camino”.
- “Como a ellos (los chinos, se entiende) no les importa que se mueran unos cuantos miles, pues son inacabables, pues se meten con los gabachos para romperles la cara. De ahí que veamos en su casa (la de los gringos) como se rompen la cabeza para encontrar de prisa alguna cura; aunque, a decir verdad, eso le benefició al propio Trump que quiere estar otro rato en la presidencia. Y seguro que lo logra, aunque los chinos estén pensando en otra cosa”.
- Y los mexicanos, indagó el pasajero, ¿qué pitos tocan en esto? “Pos mire, joven, yo creo que esto ya lo sabía. No se haga. Al meternos esa plaga pues le ayuda también al López Obrador, porque aquí ya somos un chorro de mexicanos que no nos alcanzará con la poca comida que hay y toda rete cara. Entonces, habrá menos bocas que mantener, las familias crecerán menos y eso le ayuda al AMLO. O, ¿a poco no lo sabía?”.
- El gobierno de López anda haciendo fiestas porque “seguramente inyectó la mala en un montón de gente, miles y miles, o ya ve lo que pasó recién donde, le juro, me han dicho que sueltan en mangueras y con pipas el coronamadres para darnos en la madre. Se de amigos y conocidos de mi mujer que están infectados y hasta se nos han quedado muertitos algunos, que ni siquiera eran viejos, fíjese”.
¿Por qué le convendría al gobierno quedarse con menos gente? Le repreguntó este avezado reportero.
“¿Pos no le acabo de decir? Entre menos bulto más claridad. Se reparten el pastel entre ellos y se hacen riquillos sin que nadie les diga nada. Total, el miedo no anda en burro y mejor me preocupo por mi familia que la de otros. Si se transan una lana, pus allá ellos y Diosito que les pedirá cuentas, pero sólo Él”, y se (mal) persignó mientras ya dábamos la vuelta a la glorieta cercana a la casa.
¿Usted no tiene miedo de que se contagie? Y salió la interrogante de lo más recóndito de la naturaleza reporteril.
“Ay, joven. Si le tuviera miedo no saldría a la calle. Yo vivo al día, aunque trabaje de noche -se ríe con una mal disimulada mueca-. Si me toca pues que me toque, mi vida no depende de mí, depende de Dios que fue el que me trajo y el que me llevará cuando disponga. Ya tengo tres hijos, uno en Texas por si pregunta. Y hasta soy abuelo, porque ya tengo 58, y otra vez volvió a intentar la sonrisa.
El taxi rosado se acercaba con rapidez al destino señalado. La lluvia reinició su trabajo, aunque con menguada fuerza. El hombre se quitó los lentes con pausa, se sobó los ojos con las manos y luego, de nuevo, con la manga de la camisa. Ya habíamos llegado al jacal. Se volteó hacia el pasajero que le extendía el pago de sus servicios y le espetó con un dejo de amargura, como agazapada en medio de la noche:
“No creo que le alcance al gobierno de López de desgraciarme a mí. Yo he sobrevivido a todos los presidentes que me han tocado. Llevo casi 35 años de estar en el volante. Nadie pregunta ni le importa lo que hago. Me han asaltado un montón de veces en estos años. Alguna vez fui chofer de un diputado y de su amante. Me prometió que se iba de gobernador en Colima. Ja ja ja. Nunca se le hizo al desgraciado, pero sí se robó un montón de dinero porque luego cambió de coche, de amante… y de chofer. Pero aquí le seguimos pegando. ¿Sabe qué le pido? Si quedamos vivos, hágame su chófer. Le juro que soy honesto. Pero tenemos que estar vivos, muy vivos, pa que nadie nos robe ni madres. ¿No está hasta la madre de tanto ratero?”
Tras decirle que sí, nos bajamos de la unidad. Seguía lloviendo, como era de esperarse.
Estas Lascas Económicas se unirán con otras piedras seculares, de hígados y riñones, para analizar a fondo las teorías de la conspiración ya descritas y sacar las pertinentes conclusiones, en los cafés y restaurantes de postín, ora que los abran. Y nos vemos en este espacio, pero la semana entrante. Jacs95@hotmail.com.