*Sin duda Alguna López y Fox se Parecen Mucho
*AMLO no Tiene Necesidad de Declarar Diariamente
*Un Especialista es Quien Debe Encargarse
*Durante la Revolución Mexicana lo Tenían los Generalotes
Por Silvestre Villegas Revueltas
La pandemia que se ha desatado a nivel mundial y particularmente a lo largo de la república mexicana es un asunto preocupante, así mismo lo es la recesión económica que en todos los países afectados por el Covid-19 están experimentando, reducciones en el Producto Interno Bruto (PIB) de dos dígitos que no son privativos de México, aunque algunos medios de comunicación endilguen la exclusividad a nuestra sufrida patria. Igualmente es un sufritorio que desgasta a pasos agigantados al gobierno federal, los fraseos verborreicos que un día sí y otro también expresa el presidente de la república, López Obrador, convirtiendo, si se quiere, la mejor de las intenciones en una cascada de pifias discursivas que alebrestan a sus enemigos, son regalos gratis para sus malquerientes a lo largo de “las benditas redes sociales” y ponen en genuinos aprietos, ya no digamos a los parciales de la 4T sino a aquellos ciudadanos que ponderadamente quieren explicar las acciones e intenciones del gobierno. Sin duda alguna López y Fox se parecen mucho, pero el segundo tenía su vocero que todos los días descifraba y exponía a los medios lo que el presidente había querido decir. ¿El Presidente no tiene la necesidad de que declarar todos los días y para colmo hacerlo mal? Estoy seguro que no le hace caso al equipo, si es que lo tiene, de asesores especializados en discursos presidenciales. Como él y otros, quienes no tienen facilidad, ni vocabulario, ni experiencia académica para tratar asuntos espinosos como en esencia son los de presidencia, el titular del Ejecutivo debe enumerarlos en lo privado de su oficina y un especialista, como en tiempos de la Revolución Mexicana lo tenían todos los generalotes, era quien escribía discursos, leyes, proclamas, etcétera. Así fue Otilio Montaño, Luis Cabrera, José Vasconcelos, Jesús Reyes Heroles y muchos más. Los tres asuntos mencionados líneas arriba que se materializan en una pandemia mortal de alcances mundiales no vista en un siglo, en la profundísima recesión económica mundial y el avistamiento de una complicada época post-pandemia que se percibe como la de un continuo contagio en las relaciones sociales, y la ya equívoca estrategia de comunicación desarrollada por el presidente López Obrador, son tres grandes problemas evidentes, visibles, perfectamente localizables y con actores plenamente identificados.
Sin embargo, me preocupa mucho y ello lo he compartido en conversaciones con otros cientistas sociales especializados en el desciframiento de crisis políticas, resulta verdaderamente sospechoso (Creel dixit) diversas manifestaciones “populares”, aparentemente anárquicas pero muy bien organizadas, que ya existían más de un año atrás, pero ahora se han recrudecido y están sucediendo en la misma proporción que avanza la pandemia a lo largo de todo el territorio nacional. Semejantes brotes de protesta de carácter violento se han materializado en el asesinato o agresiones físicas en contra de enfermeras, doctores, ayudantes en cuidados hospitalarios, personal de primeros auxilios. No debe ser, pero, ¿por qué no agreden a un empleado de la Bolsa de Valores, o de una sucursal bancaria, o de una línea aérea? que en dado caso estarían ligados a la ya evidente crisis económica que padecen los mexicanos. Muy obscuro…muy obscuro. Más recientemente, comunidades rurales en Michoacán, el Estado de México, Morelos y otras entidades los pobladores han vociferado que son las autoridades municipales y estatales las que se empeñan en que en ciertas comunidades se propague el virus del Covid 19: “en la noche nos fumigan con el virus porque huele raro”. Sospechosamente las declaraciones de los líderes en tales casos están bien estructuradas gramaticalmente, en un país donde la expresión “güey” lo domina todo. También se dio el caso que al “buscar” jovencitas supuestamente secuestradas, quemaron la carroza cuando evidentemente aquella sí era parte de un cortejo fúnebre; o más desusado, el pasado caso de una serie de mujeres que intentaron ingresar por la fuerza al penal masculino de Chalco; dichas señoras estaban tan organizadas y sabedoras de cómo romper vallas de contención que me recordaron a las supuestas feministas, encapuchadas y violentas durante las marchas que protestan por la violencia de género. Los anteriores episodios caracterizados por su turbiedad, no son independientes a la guerra que desde agosto de 2018, en todos los rubros se libra entre la administración de López Obrador y el multi genérico y genuino odio de sus malquerientes, desde empresarios en particular y partidos políticos perfectamente identificados hasta todo un conglomerado de ciudadanos que lo mismo reproducen noticias falsas, se niegan a pagar impuestos, y que como dice el refranero popular “hasta lo que no se comen les cae mal”.
Pero hay diferencias. Como decía José María Lafragua en 1856 “critiquen las acciones de gobierno pero no difamen”; Héctor Aguilar Camín en Milenio analiza y debate los errores del gobierno, pero Francisco Garfias del Excelsior agrede; en la academia estadounidense se diría “he is misleading the argument”. Ambos articulistas como muchos otros, incluido el que escribe estas líneas, hacemos y ejercemos un derecho consagrado por la Constitución. Mientras lo hagamos analíticamente y no incitemos a la rebelión, estamos bajo el camino correcto. Pero lo descrito arriba, que retrata diversos sucesos violentos, los cuales ya provocaron la pérdida de la vida de varios individuos y sobre todo sus motivaciones oscuras, deben ser objetos de todas las pesquisas policiacas y de investigación por sus inequívocas intenciones desestabilizadoras. Si no se llevan a cabo tales seguimientos para fincar responsabilidades, que no se queje el gobierno federal porque será culpable de una irresponsable inacción.