Economía de Guerra

*Causar Conflictos Internos en Varias Naciones

*La Venta de Armas a Países Pacifistas Como México

*La Carrera Armamentista del Crimen Organizado

*El Cinismo Tras el Reclutamiento de los Jóvenes

*El Impulso de Guerras Civiles de los Productores

Por Ezequiel Gaytán

Recién terminada la Primera Guerra Mundial, el economista inglés John M. Keynes fue miembro de la delegación Británica a fin de negociar los Acuerdos de Versalles en 1919 y vaticinó algunas de las posibles consecuencias que se generarían ante la cantidad de sanciones de los aliados hacia la Alemania derrotada. De ahí que escribiera un libro, ya poco leído, intitulado “Las Consecuencias Económicas de la paz”. Sus presagios fueron correctos y su tesis fundamental de que el capitalismo requiere de la guerra para subsistir, se ha demostrado una y otra vez.

Desde entonces se ha escrito mucho, pues además de que desde el punto de vista ético es altamente criticada la economía de guerra, también es cierto que eso no les interesa a las naciones que investigan e invierten millonadas en armas, ciencia y tecnología de guerra. Aún más, sabemos que durante la guerra fría y hoy en día, esas naciones provocan conflictos armados dentro de algunos países, Colombia por ejemplo o guerras focalizadas “pequeñas” entre dos naciones o posiciones políticas, económicas y religiosas: Siria y el Califato. Con el fin de vender su armamento. Ahí están, por supuesto los Estados Unidos, Rusia, China, aunque no se quedan muy detrás el Reino Unido, Francia o Bélgica, por citar algunas naciones que están decididas a vender sus armas en favor de sus respectivas economías.

La venta de armas de esas naciones a los países no productores y pacifistas, como México, también es negocio, pues el crimen organizado por un lado y nuestras fuerzas armadas y corporaciones policiacas también han desarrollado una carrera armamentista.

El caso es que una economía de guerra va más allá de la producción, venta y consumo de armas y municiones. También requiere de aparatos sofisticados de comunicaciones, de uniformes, de equipo informático y de seres humanos que serán sacrificados porque así conviene a la economía.

Después de la depresión de 1929, los Estados Unidos no se levantaban, hasta que el presidente Franklin Delano Roosevelt aceptó la necesidad del intervencionismo de Estado y las tesis de Keynes. Sin embargo, lo saben los economistas, la participación de ese país en la Segunda Guerra Mundial fue lo que impulsó a esa nación en el plano económico. Consecuentemente, no nos debe sorprender que los yankees fueran a Corea, Vietnam, África, Afganistán y a donde no los llamen.

Lo que sucede es que la economía de guerra apela al control monetario por parte del Estado y evita la hiperinflación, impulsa la producción de alimentos como fortaleza de autosuficiencia, regula la producción de energéticos, incentiva la mano de obra calificada, sobre todo de mujeres, invierte en ciencia y tecnología, así como en medicina, se prepara contra guerras de baja, mediana, alta intensidad y las bacteriológicas e impulsa la exportación de manufacturas. Además, crea mitos de heroísmo y despliega íconos vinculados con el sacrificio por la patria.

Las variables de la economía de guerra son muchas. Pero el común denominador es que es, en muchos sentidos para las potencias económicas arriba mencionadas, un bran negocio. De ahí su cinismo de reclutamiento de jóvenes, pues debido a que muchos van a morir, no se preocupan por el desempleo.

El año 2021, ya lo sabemos, requerirá que las economías de las naciones se levanten y mucho me temo que Estados Unidos, Rusia, China y las naciones productoras de armas y municiones, impulsarán guerras civiles, guerras entre naciones de países del tercer mundo y guerras cibernéticas que controlen las economías y finanzas.

Hoy sabemos que la agresión japonesa a Pearl Harbor, en Hawái, no fue una sorpresa para el presidente norteamericano Roosvelt, pues se enteró a tiempo del ataque, pero no avisó a sus bases en el océano Pacífico, a fin de que el pueblo norteamericano se enardeciera y aceptara participar en la Segunda Guerra Mundial.

La Unión Americana va a querer levantarse con dicha fórmula y conociendo el pensamiento de su presidente Trump, no nos sorprendamos de que la industria armamentista de esa nación y la DEA acuerden introducir más armas a México y continuar con el negocio de las drogas. Nosotros pondremos los muertos.

 

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