Por Gerardo Lavalle
Crisis sanitaria.
Crisis económica.
Crisis social.
La primera se le puede atribuir a sus decisiones porque siempre minimizó el tema del coronavirus, aunque ahora diga que fue su gobierno el que primero atendió el tema 3 meses atrás cuando aún no se conocía el surgimiento del Covid-19.
La segunda, de igual manera, simple sencilla y llanamente en sus planes no está fracasar en la economía, aunque los números reales, no los suyos demuestren lo contrario.
Y la tercera, no es ninguna novedad porque durante su gobierno las descalificaciones han estado dirigidas a diversos segmentos de la sociedad y solamente se le reconoce el talento, el esfuerzo, la grandeza, al que llama pueblo sabio y bueno.
Andrés Manuel López Obrador está llevando al país al caos.
Le echará la culpa como siempre a los neoliberales, a los conservadores que quieren que su gobierno fracase. Pero no es así. Si alguien está llevando al fracaso su proyecto de gobierno es el propio Presidente de la República.
La pandemia del coronavirus que afecta a casi la totalidad de los países del mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud no fue tomada en serio en México, simplemente se dejó llegar y aunque el subsecretario Hugo López-Gatell sostenga lo contrario, las evidencias y los hechos muestran la realidad.
Los contagios aumentan rápidamente como en todo el mundo, no sólo en México. Y las previsiones nunca fueron suficientes a grado tal que, ahora, el vocero, convertido en la figura estelar del trance sanitario, prevé que la crisis del coronavirus se alargue y que finalmente llegué a ser controlado allá por agosto, septiembre, octubre o noviembre.
El Presidente y sus colaboradores se niegan a aceptar la peligrosidad que representa el coronavirus. Incluso lo minimizan. Y confían, sobre todo el Presidente, en que la raza de bronce, la milenaria, resista todo como lo ha resistido hasta ahora. El Presidente olvidó que sí de culturas milenarias se trata China tiene el primer lugar, pero ahí justamente es en dónde surgió el coronavirus que se expandió por todo el mundo en la segunda gran pandemia del siglo 21 que tiene a los países virtualmente de rodillas.
El desconocimiento para tratar un tema de alto riesgo ha sido manifiesto cada mañana.
Porque el doctor López-Gatell muestra números que, según su decir, comprueban que las medidas adoptadas han sido las más eficientes. Pero el número de infectados aumenta y seguirá aumentando, porque no existe medicamento alguno que lo frene no por lo menos hasta ahora.
Es la crisis sanitaria más larga y peligrosa que ha registrado México en su historia moderna, porque no se sabe bien a bien si antes de la llegada de los españoles a México (que no se conoce como tal) hubiera sufrido una epidemia de estos números y de estas proporciones. Pero el Presidente y sus colaboradores se solazan y se burlan del coronavirus. La respuesta puede ser letal a corto plazo.
Anuncia la existencia de 400 mil millones de pesos para combatir los daños que pudiera generar el coronavirus. Miente. por qué los 400 mil millones de pesos de los que habla ya existen en el presupuesto y son justamente para sus programas sociales que son, ya lo dijo, su bandera.
Dice que México está preparado para enfrentar la volatilidad y el problema económico que generará el paro total de actividades.
Miente, porque salvo los subejercicios que el controla y que presuntamente suman 180 mil millones de pesos correspondientes al año 2019, el erario federal no cuenta con más dinero por el contrario cada vez se achica el canal de financiamientos y de ingresos locales.
A diferencia de lo que hace el líder de los neoliberales, el presidente de Estados Unidos que ya destino 2 billones de billones de dólares para reactivar la economía apoyando a las grandes empresas, a las medianas empresas, a las pequeñas empresas, a las microempresas, en México el presidente dice que no habrá apoyos para los empresarios y que sí los otorgará a los que no tienen protección, cómo son los ambulantes, para que se generen nuevas taquerías, nuevas torterías, nuevas esquinas en donde se vendan tamales y atoles y, por supuesto, que haya quién proteja a los que nada tienen.
Es la diferencia entre un gobierno neoliberal y muchos gobiernos neoliberales, como son todos los que forman la gran mayoría de los países de Europa. Aquí, en el gobierno de la cuarta transformación, no se sabe bien a bien hacia dónde se dirige el barco, porque dejar que las empresas grandes, por muy grandes que sean, se hundan, generando un desempleo inaudito no parece ser una medida inteligente.
El Presidente no dará estímulos a la iniciativa privada, pero no quitará el dedo del renglón, ya lo dijo públicamente, de sus obras emblemáticas, porque según sus palabras hay dinero para mantener las obras en construcción de Dos Bocas, el Tren Maya el Tren Transístmico y el aeropuerto de Santa Lucía.
La realidad es distinta. Porque no hay recursos suficientes. Porque no hay ingresos suficientes. Porque no hay captación suficiente.
Y en lo social, la crisis está presente. Las descalificaciones, la forma de tratar a quienes invierten en este país, la manera de conformar dos méxicos, el de los fifís y el de los sabios, han generado choque entre los propios mexicanos.
Pero eso no le preocupa, porque según sus palabras el pueblo bueno lo sigue apoyando, aunque las encuestas como la reciente de Gea-Isa muestren la caída que tiene en su popularidad y aceptación, así como las críticas hacia las tomas de decisiones que ha llevado a cabo en los últimos meses.
Las tres “C” del actor- administrador muestran que el país está en crisis por las equivocadas decisiones de un gobierno que no escucha sólo impone.