Por Jesús Michel Narváez
De súper policía, galardonado internacionalmente, Genaro García Luna pasó a ser el apestado al que todo mundo le saca la vuelta, con o sin razón, pero como Pedro, lo niegan y hasta hay quienes dicen que nunca lo conocieron personalmente.
Caer en desgracia políticamente hablando, es algo poco recomendable para quienes tienen cola que les pisen.
El caso de García Luna ya está juzgado y sentenciado.
El linchamiento mediático al igual que Rosario Robles, Emilio Lozoya y Juan Collado, del que fuera secretario de seguridad pública federal, muestra de qué están hechos los políticos oportunistas.
De llamar la atención la postura de Alfonso Durazo. Lleva 13 meses en el cargo y apenas se da cuenta de que en la nueva Secretaría de Seguridad Ciudadana, en donde está la agencia de investigación que suplió al CISEN, hay quienes colaboraron con García Luna y ahí siguen.
También es llamativa la posición del comandante de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio, quien calificó de falsa la versión de que durante su adscripción como integrante de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), tuviera que reportarle sobre sus actividades a Genaro García Luna.
De acuerdo con lo difundido en su cuenta de Twitter, el general pidió que se aclarara la información difundida por un medio de comunicación, en la que se dio cuenta que entre 1994 y 1999, laboraba como Coordinador de grupos institucionales del Cisen y reportaba al titular del Grupo Institucional de esa órgano de inteligencia, García Luna.
“Jamás en mis tiempos de servicios he tenido que reportar sobre mi trabajo al Señor Genaro García Luna”, escribió en su cuenta de Twitter.
Nada más como pregunta: ¿a quién le reportaba?
Por algo es seguro: no se mandaba solo.
Con independencia de su inocencia o culpabilidad, el exsúper policía no tiene para dónde hacerse. Si por un milagro la libra, nadie creerá que fue víctima de una venganza. Y si resulta que tiene que permanecer en una prisión de alta seguridad en Estados Unidos, todo mundo dirá: “Yo lo sabía”… “siempre fue un criminal”… “yo no le dirigía la palabra” y otras lindezas negando toda relación. Somos humanos que cometemos errores, admitiría el presidente López Obrador. «El que nada debe, nada teme”. Vaya consuelo para los que se quedarán sin empleo por instrucciones personales. Hay muchos Pedros y pocos gallos.
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