“Polvo”

Del Cine y las Leyes

La Inocencia Perdida

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“Polvo”, película mexicana dirigida y actuada por José María Yázpik (El Chato), con Mariana Treviño (Jacinta), Jesús Ochoa (Narcojefe), Joaquín Cossío (Manuel), Manuel Poncelis (Facundo), Adrián Vázquez (Toto), Carlos Valencia (Fisher) y Angélica Aragón (Mamá del Chato), se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Morelia de 2019.

A principios de los años 80’s, “El Chato” regresa a su pueblo natal para cumplir el encargo de un capo de las drogas: recuperar un cargamento de paquetes de cocaína esparcidos por sus terruños tras los percances sufridos por la avioneta que los transportaba.

Se filmó en el pueblo de San Ignacio Mulegé, en Baja California Sur y no es la clásica película de narcoviolencia ni de culto al fenómeno del narcotráfico, es una comedia de humor negro que revela una metáfora de cómo el dinero fácil altera y corrompe la vida de una comunidad.

UNA MISIÓN QUE CUMPLIR

Ante el jefe se encuentran dos subalternos, la cosa es sencilla: el patrón quiere que se ajusticie a aquél que se atrevió meterse con su hija, así que uno de los dos saldrá con los pies por delante, momento en que se recibe una llamada, hay una misión que cumplir: recuperar un cargamento de droga, y el indicado es “El Chato”.

El inicio de la cinta parece ser la sátira de un país violentado por el narco, pero no es así, el espectador es transportado en el tiempo al año de 1982, y de Tijuana hacia San Ignacio, un pueblo lejano de los privilegios del centro del país.

En breve se conoce la historia del protagonista, un hombre que salió de su lugar natal para buscar su sueño de convertirse en actor, y sus aspiraciones miraban hacia Hollywood; su periplo lo llevó a formar parte de la delincuencia y una década más tarde regresa al pueblo que lo vio nacer.

En su ausencia han sucedido muchas cosas, su papá es alcalde de medio pelo, su exnovia Jacinta se ha casado con su mejor amigo Toto, que ahora es policía municipal, otro conocido apodado Fisher ha regresado del gabacho sin fortuna, pero son cambios intrascendentes frente a un pueblo que aún sigue alejado de la mano de Dios, al grado tal que no existe señal de televisión y sólo hay una caseta telefónica.

EL DINERO LO PUEDE TODO

“El Chato” le pide al párroco del pueblo que toque las campanas de la iglesia para reunir a los pobladores y a fin de comunicarles que por cada paquete que entreguen les dará a cambio 100 dólares; el cura le pide un donativo y con gusto los reunirá; “El Chato” convence a los lugareños de recolectar los paquetes de un “polvo farmacéutico”, don Manuel, el tendero le pregunta si ese polvo es como una aspirina, a lo que le contesta dice que sí “…pero más chingona”.

Esta secuencia va definiendo la trama esencial de la película, la forma en que el dinero proveniente de la droga corrompe sociedades y destierra tradiciones, proscribe la generosidad y aviva el egocentrismo generando vanidad y avaricia.

La gente deja de hacer sus actividades normales, los niños no van a la escuela o al entrenamiento de beisbol, todo por recoger los dichosos paquetes; la caída de dinero fácil cambia radicalmente la dinámica de San Ignacio y a varios personajes, desde el más humilde, hasta el más poderoso y adinerado.

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

Facundo, hombre humilde, de rostro lleno de arrugas propias de la vida provinciana, piel bronceada por el trabajo bajo el rayo del sol y mirada honesta, su vestimenta coincide con su humildad, es quien consigue la cifra récord de paquetes recogidos y recibe a cambio 2,550 dólares, por lo que exclama: “Ay, hijo de su pinche madre, nunca había visto tanta feria junta”.

Este personaje es el claro ejemplo del cambio que sufren los pobladores del lugar; la sensualidad falaz del dinero verde corrompe hasta al más sencillo y humilde, pues pronto Facundo presume lentes de sol, sombrero con motivos decorativos, un traje que supera su talla y una corbata de correa, muy al estilo del norte; ahora la gente no sabe en qué gastar, quiere lujos, al grado que exigen tomar cerveza en copa.

Ese poder del dinero que cuando no se está preparado para poseerlo, se pierde todo, ese poder que incita a que el pueblo pierda sus costumbres y su inocencia, por eso es importante la educación, para saber acomodar esas cosas y darles el peso específico que deben tener.

Ya los habitantes de San Ignacio sintieron una punzada de avaricia, ya despertaron al mundo lejano que promete el crimen organizado.

LA QUERENCIA DEL PUEBLO

“El Chato” pronto descubre que el niño llamado “El Totito” en realidad es su hijo, pero Jacinta le dice que no quiere nada de él y que es mejor que se largue de ahí, mientras que el Fisher sabe que el polvo farmacéutico en realidad es cocaína, por lo que pide 30 mil dólares a “El Chato” si no, lo denunciará.

Pareciera ser increíble una trama así, donde la gente no tenga noción de que ese polvo en realidad es cocaína, pero el espectador debe ubicar la época y el contexto de San Ignacio, donde la inocencia es parte de la vida de sus pobladores y su belleza natural de hermosos atardeceres y lagos cristalinos recrean un recordatorio de cómo era México antes de convertirse en un campo de batalla del narcotráfico.

“El Chato”, ese antihéroe, busca reivindicarse ante los suyos, y evitar que el incipiente poderío de los narcos haga una matanza en el lugar; así que sale de ahí con la añoranza de haber perdido todo, padres, amigos, mujer y un hijo al que probablemente no volverá a ver, simplemente un futuro que él no vivirá.

Este filme refleja las ironías y atisbos de corrupción de las distintas cúpulas de la vida política y económica de este país, desde la fingida inocencia de las autoridades ante hechos como la lluvia de pacas, la iglesia hipócrita, la súbita y efímera abundancia del dinero proveniente del narcotráfico, donde las buenas voluntades quedan atrapadas en las falsas promesas de un gobierno incapaz de cumplir una sola.

Al final, ya de regreso a Tijuana, “El Chato” es una especie de cadenero de un antro de mala muerte, donde unas chicas que trabajan ahí le piden un cigarro, con gusto se los regala y su mirada refleja todo menos alegría, más bien tristeza y muy seguramente se estará preguntando ¿en qué momento dejé escapar todo lo que tenía?; pregunta que como mexicanos nos debemos hacer, ¿en qué momento dejamos escapar todo lo que teníamos?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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