La crisis política en Bolivia sumó ayer un grado más de tensión al advertir el presidente Evo Morales de que se encuentra en “estado de emergencia”, para defenderse de un “golpe de Estado” de la derecha opositora que le prive de una victoria en las urnas.
El empleo por Evo Morales de la expresión “estado de emergencia” desató las alarmas, cuando se refería solamente a que su Gobierno y los movimientos sociales que le apoyan se movilizan para defender una victoria que ya celebran, pese a que sigue el recuento de votos de las elecciones del domingo.
Morales compareció a primera hora de la mañana en la sede de su gobierno en La Paz, por primera vez desde la noche electoral del domingo y después de que las protestas por el temor a un fraude en el recuento se extendieran desde entonces por el país.
El mandatario empleó una advertencia recurrente en su discurso en sus trece años en el poder: la derecha opositora maquina el golpe.
Para evitarlo apeló a la “movilización pacífica” de los suyos y pocas horas después centenares de campesinos, mineros, indígenas, sindicalistas y funcionarios estatales marchaban por el centro de La Paz coreando “Evo no está solo”.
La marcha pacífica en la sede del gobierno contrastó con los choques violentos en Santa Cruz, capital financiera de Bolivia, a palos, golpes y pedradas entre incondicionales y detractores del presidente, con continuas cargas de policías antidisturbios.
Santa Cruz fue una de las ciudades donde más se dejó sentir un paro que tenía vocación de nacional, junto a otras como Cochabamba y Tarija.
Los incidentes comenzaron en la madrugada en Santa Cruz, con la quema de las oficinas del tribunal electoral departamental, como ocurrió entre lunes y martes con similares oficinas en las ciudades de Sucre, Potosí y Cobija.
El opositor Carlos Mesa reiteró su llamado a que las protestas sean pacíficas e instó a la comunidad internacional a que no permita que Morales aboque al país a una dictadura.
El candidato opositor no está dispuesto a rendirse hasta que el órgano electoral, al que acusa de fraude al servicio del presidente, ceda y reconozca que ha sido capaz de forzar en las unas una segunda ronda contra Evo Morales, quien desde su llegada la poder lleva ganando en primera por mayoría en tres elecciones consecutivas.
La cuenta de los votos lleva prácticamente estancada en el 97 por ciento desde la noche del martes, con un 46.68 por ciento a última hora de la tarde de ayer para el Movimiento del Socialismo del mandatario boliviano.
La alianza Comunidad Ciudadana de Mesa va por el 36.85 por ciento y las otras siete opciones opositoras quedan muy alejadas, por debajo del 9 en el mejor de los casos y la mayoría ni llegan al 1.
El lento conteo deja por ahora a Evo Morales cada vez más cerca de ganar en primera vuelta, en este momento a sólo un 0.17 por ciento.
Para ganar las elecciones en Bolivia hay que alcanzar el 50 por ciento más uno de los votos, o el 40 con diez puntos sobre el segundo, para lo que solo le faltan esas décimas.
Un cómputo que Mesa advierte de que no va a reconocer hasta que no coincida con sondeos que le dan una diferencia de apenas el cuatro por ciento, con la que iría en diciembre a una nueva oportunidad midiéndose entonces en solitario con Morales, al ser los dos más votados.