Cine y Crimen

La Tiendita de los Horrores

Por Emilio Hill, (Segunda parte)

La semana pasada dedicamos este espacio al tema del mundo del entretenimiento –series, películas– que abordan o tienen como protagonistas a criminales. Justo en estos días, el pasado 21 de julio, el presidente Andrés Manuel López Obrador habló del tema ante una nutrida audiencia en Veracruz.

Cine y crimen es un tema amplio. Es incluso un género dentro del universo cinematográfico. No solo dentro de la ficción, el documental se sirve también de tal asunto. Se han realizado en años recientes trabajos muy interesantes, algunos desde un enfoque crítico y social, otros le apuestan a la estética o incluso al entretenimiento. Cuatro ejemplos de diferente tono:

Pecados de mi Padre”: (Nicolás Entel, Argentina, Colombia, 2010). Documental que cuenta los intentos del hijo de Pablo Escobar Gaviria, Juan Pablo, y quien se cambió el nombre por Sebastián Marroquín, para reunir y pedir perdón a algunas de las víctimas de su tristemente célebre progenitor.

Sobresalen los hijos de Luis Carlos Galán, el candidato presidencial asesinado por el capo: Juan Manuel, Carlos Fernando, Claudio Mario. Y por supuesto Rodrigo Lara Restrepo, hijo de Rodrigo Lara Bonilla, al momento de su muerte ministro de justicia.

Trabajo con buenas crestas dramáticas que visto en perspectiva resulta algo complaciente y melodramático, puso en la opinión pública al ahora llamado Sebastián Marroquín, quien por cierto se opone también a la moda de las series sobre narcos.

Quien esto escribe entrevistó al hijo de Escobar con motivo del documental y en apariencia da la impresión de ser honesto en su sentir sobre los pecados de su padre.

En aquel entonces le pregunté:

¿Ahora como empresario honesto si tuvieras a tu padre enfrente que le dirías?

“Que lo amo y lo extraño muchísimo”, me contestó.

La Libertad del Diablo”: (Everardo González, 2017). Testimonio sin concesiones sobre víctimas y victimarios que la violencia del narco deja como huella visible.

Jóvenes, casi niños hablan de sus víctimas –algunos iniciaron su carrera delictiva antes de los catorce años-, platican con una máscara en la cara el relato de sus prematuros muertos como una anécdota.

Una parte de estos jóvenes se arrepiente, otros, no ven marcha atrás, pero se sinceran ante el ojo de la cámara.

Las víctimas hablan de sus heridas, sus pérdidas, sus temores. Hay de parte de Everardo González, una propuesta estética, con una paleta de colores que nos lleva al miedo y la incertidumbre. Un relato del dolor y horror que duele por honesto. El trabajo se hizo con la colaboración del periodista y ahora también documentalista Diego Enrique Osorno.

Los Ladrones Viejos. Las Leyendas del Artegio”: (Everardo González, 2017). Ante la cámara, el mítico ladrón El Carrizos –Efraín Alcaraz Montes de Oca- quien robó la casa del ex presidente Luis Echeverría –sin saber que era del poderoso personaje- y salió con relativa calma de la residencia hasta que vio en las noticias lo que había hecho, comparte la anécdota con tonos de épica colorida y así lo siente el espectador. En las funciones del filme, el público aplaudía cuando el hombre terminaba de contar el hurto.

Una vida dedica al robo, sobre todo en lujosas casas pero que presume nunca haber agredido de manera física a ninguna de sus víctimas. En este caso, el documental tiene un tono de crónica colorida, que no llega ser apología. El Carrizos, se entiende como un personaje con posibilidades cinematográficas y así se presenta ante el espectador.

Narco Cultura” (Shaul Schwarz, 2013). En este documental, que tiene una apuesta estética arriesgada pero que habla por sí misma, se analiza el fenómeno de la llamada cultura del narco, que permea en la forma de vida, el consumo de armas en supermercados de Estados Unidos, en la forma de morir, con grandes y coloridas criptas. Y por supuesto en el entretenimiento.

El documentalista israelí, toma el testimonio de cantantes que asumen su estilo de música, apologética hacia el narco y su cargada estética, como una forma de vida y no solo moda.

En el documental, se siente una mirada de alerta, aunque no moraliza. Nos muestra lo que ya está presente y lo hace desde una perspectiva crítica. No frivoliza –como es el caso de las telenovelas sobre el tema- y tiene un resultado duro y sin cortapisas sobre el tema.

El asunto es muy amplio y ya me piqué apreciable lector. Abarca por supuesto el género de la ficción. La cita obvia es El Infierno (Luis Estrada, 2010). La época de oro del cine mexicano incluso tocó el tema, no de forma amplia, eran otros tiempos y otras las prioridades y en los setenta y ochenta se puso de moda. Prometo a la brevedad una tercera parte.

 

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