Estados Unidos no ha conseguido modernizar los buques más grandes de la flota, que no sean portaviones, los cruceros de la clase Ticonderoga. La comisión especial del Gobierno descubrió que casi 2.000 millones de dólares fueron malgastados, revela Sputnik basándose en fuentes públicas.
En 2015, el Congreso estadounidense asignó 3.700 millones de dólares para modernizar siete cruceros, tras lo cual comenzaron las obras de su reparación y mejora. Sin embargo, con el paso de los años surgieron cada vez más dificultades. Al final, decidieron dar de baja cuatro buques. De acuerdo con la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de EEUU (GAO, por sus siglas en inglés), para entonces ya se habían gastado en ellos 1.840 millones de dólares.
El CG-66 Hue City, de 33 años, ha recibido 161 millones; el CG-68 Anzio, de 32 años, 250,5 millones; el CG-63, de 33 años, 678,5 millones; y el CG-69 Vicksburg, de 32 años, 745 millones. Los dos primeros fueron retirados en 2022, los otros dos en 2024.
Lo más probable es que sean utilizados como piezas de repuesto para las naves aún operativas. Los tres cruceros restantes solo serán sometidos a «reparaciones cosméticas» que no prolongarán su vida útil otros cinco años, como estaba previsto.
El Pentágono lo justificó por el envejecimiento de las instalaciones de reparación de buques, la interrupción de las cadenas de producción debido a la pandemia de COVID-19 y la falta de personal cualificado. En general, los Ticonderogas, que se acercan al límite de edad de 35 años, han sido durante mucho tiempo una carga para la Armada. Los almirantes llevan desde 2012 presionando al Congreso para que autorice el desmantelamiento anticipado de algunos de los cruceros, pero los legisladores lo han rechazado en repetidas ocasiones, alegando la inadmisibilidad de reducir la flota.
La comisión especial hizo una serie de recomendaciones al mando de la Armada norteamericana, que incluye:
1.Planificar con más cuidado los programas de modernización de buques.
2.Analizar a fondo las dificultades y los fracasos encontrados para garantizar que esto no vuelva a ocurrir.
3.Prever las consecuencias del desmantelamiento de los tres cruceros modernizados en 2026-2027 y encontrarles sustitutos.
4.Revisar el enfoque global de la Armada y de la industria sobre la calidad de las reparaciones navales.
De los 27 cruceros tipo Ticonderoga encargados entre 1983 y 1994, nueve están ahora en servicio. Este año, cinco buques han pasado a la reserva. En Washington, durante la década de 2000, hablaron de la posibilidad de ampliar la vida útil a 52 años. Iban a arreglar grietas en el casco, actualizar la electrónica de a bordo y reparar las unidades de potencia.
Sin embargo, el antiguo analista del Centro de Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias de la Marina estadounidense, Bryan Clark, está convencido de que esto no es suficiente para la guerra moderna en el mar.
«Estos cruceros fueron construidos sin tener en mente la posterior modernización de los sistemas de armamento. El principio de diseño modular aún no estaba generalmente aceptado en aquella época. Un Ticonderoga de 50 años con armas de la edad correspondiente no es capaz de realizar misiones de combate con la misma eficacia que los buques modernos. Y con el dinero necesario para las reparaciones y la modernización, es posible encargar nuevos [buques de esta clase] de menor desplazamiento, pero con prácticamente las mismas cualidades de combate», explica Clark.
Ya han encontrado un sustituto para el Ticonderoga. En 2023, la Armada estadounidense recibió el primer destructor de la clase Arleigh Burke de la nueva serie Flight III: el DDG-125 Jack Lucas. Los buques de este tipo por capacidades son bastante similares a los cruceros de los años 1980-1990.
Son inferiores en potencia de fuego de misiles, pero su mantenimiento es mucho más barato. Además, disponen de espacio suficiente para los puestos de mando de las fuerzas aéreas y de defensa antiaérea, que tradicionalmente se situaban en los cruceros.
A la zaga de los tiempos
Los Ticonderogas han sido la principal fuerza de ataque de la flota de superficie estadounidense durante casi tres décadas. Cada buque de guerra de 9.500 toneladas está equipado con el sistema de información y control de combate Aegis, que permite automatizar la mayoría de las operaciones técnicas a bordo, y lleva un arsenal de armas imponente.
Su principal baza de ataque son 122 células universales del sistema de lanzamiento vertical Mk41 para una amplia gama de municiones: misiles de medio alcance tierra-aire SM-2, SM-3, SM-6 y el misil ESSM estándar, misiles antisubmarinos ASROC y misiles de crucero de largo alcance Tomahawk.
El armamento antibuque está representado por ocho lanzadores de misiles Harpoon, el armamento antitorpedo por dos tubos lanzatorpedos de tres tubos de 324 milímetros. Las tareas de defensa antiaérea cercana están a cargo de cañones antiaéreos Phalanx de 20 mm. Además, hay dos cañones Mk-45 de 127 mm.
La tripulación es de 360 personas, su velocidad alcanza los 32 nudos y su autonomía supera los 11.000 kilómetros. El Ticonderoga es un buque de guerra versátil. Puede operar tanto de forma independiente como formando parte de un grupo de ataque de portaviones, atacar objetivos terrestres y marítimos.
Las propias naves son muy resistentes. Las cámaras de munición están protegidas por placas de acero de 25 mm. Además, las partes más importantes de la superestructura están adicionalmente cubiertas.
Aparte de los estadounidenses, solo Rusia dispone de buques de este tipo. La Armada rusa cuenta con dos cruceros nucleares pesados lanzamisiles Orlan del proyecto 1144 (uno en proceso de modernización) y dos Atlant del proyecto 1164. Tanto en Occidente como en Oriente recurren ahora a plataformas de ataque pequeñas y de perfil bajo. Sputnik