SE COMENTA SOLO CON
CARLOS RAMOS PADILLA
Una tremenda combinación y difícil de controlar es la mezcla de miedo con enojo. Ahí sí que las reacciones son impredecibles.
Luego de los resultados preliminares pero oficiales de la jornada electoral del domingo 2 de junio, la descalificación social fue absoluta. Nadie esperaba estos resultados y más aún cuando la asistencia a las urnas fue histórica y determinante.
Se buscaba un cambio, por lo menos un equilibrio y no fue así. La tendencia morenista es arrolladora.
¡Y no se cree!
Ni los pronósticos más optimistas marcaban unos registros de esta magnitud y con Estados y personajes muy pero muy cuestionados. Vamos, hasta el tipo de cambio respondió negativamente al igual que la caída de los mercados lo que indica que las cosas no están bien.
Faltarán días para el ajuste en todos sentidos y para entender y aceptar lo que ocurrió. Pero el golpe al entusiasmo cívico fue severo, contundente, brutal.
La esperanza de fortalecer a las instituciones y de abrir nuevos caminos para preparar correcciones urgentes en varios rubros, parece se volvió a cerrar por completo y se espera que nada cambie en este cambio.
Operó el aparato del Estado y se venían observado algunos avisos, algunas señales que parecían pálidas pero que fueron dejando marcas. Las denuncias públicas de irregularidades al parecer fueron, ignoradas, los actos criminales contra candidatos no impactaron, los músculos sociales se perdieron. Se sucedieron cosas diferentes y extrañas en esta elección. Ni en los mejores tiempos de control político del PRI se habían obtenido estas ventajas y lo digo porque ellos también arrollaban, pero, sin el conocimiento de tanto crimen, violencia, imposiciones, pifias y delitos graves.
Lo cierto es que tenemos que enfrentar, por lo pronto, esta no tan esperada realidad. Exigir a la oposición un verdadero muro de contención. Una real vigilancia social y darle fuerza a la Suprema Corte que al parecer será el único poder de la República diferente al ejecutivo y legislativo.