Karl Ove Knausgård. “La Importancia de la Novela”. Ed. Anagrama, Barcelona. 2023. 56 páginas.
DAVID MARKLIMO
La novela, ese género en el que sabemos que todo es ficción y que procede de la imaginación de alguien, siempre ha llamado la atención de todos los críticos. ¿Por qué inventamos historias, qué representan? ¿Qué utilidad tienen? ¿Qué significan?
Estas preguntas son las que se hará el famoso escritor noruego Karl Ove Knausgård poco tiempo después de revolucionarla con el final de la serie “Mi lucha” (una autobiografía novelada de más de tres mil páginas dividida en seis tomos). Sucedió en un discurso en Londres, en 2022, que ahora se ha editado en forma de ensayo con el título “La Importancia de la Novela”. La visión de Ove es interesante por lo dicho antes: su estilo, su contundencia y la radicalidad de su estilística supusieron un cambio abismal en la narrativa. Guste o no, el ejercicio de narrar algo ya es distinto después de él. Por eso es interesante que se atreva a responder todas las preguntas sobre la novela.
En el ensayo Ove sostiene que no tanto la cuantificación, sino la cualificación de la importancia de la novela en nuestro mundo. De esta manera, se nos recuerda a Rilke, quien dijo: la música puede elevarme antes de bajarme a otro lugar. Para Ove, la literatura provoca el mismo efecto. Hay algo efímero, pues la sensación que te invade cuando acabas de leer se esfuma por completo al terminar la lectura. ¿Entonces, esa inquietud que se te queda después de un buen libro qué es? Y ahí está la clave: la buena novela deja un poso, una sensación, que perdura mucho tiempo después de terminar la lectura, quizá no con la misma intensidad o la misma emoción compartida entre autor y lector, pero sí que nos cambia en parte y no de manera meramente puntual sino de forma sostenida. Pero el asombro, la maravilla inicial, se esfuma rápido.
Ove sostiene que la lectura es acercarse a algo en el sentido en el que cuando leemos contemplamos de manera atenta, buscando el detalle, los detalles que conforman el relato, porque la novela mete cualquier idea abstracta sobre la vida, dentro de la esfera de lo humano. En ese sentido, la novela es lo único capaz de capturar la vida tal y como es: como algo siempre abierto, cambiante, atravesado por múltiples energías conflictivas y contradictorias. Y ahí es donde radica su fuerza.
Ove va a recurrir a Joyce y Proust destacando que ellos se meten debajo del relato para expandir el breve tiempo que dura. ¿Por qué? Porque es ahí donde vive el lector, parece decirnos.
La novela es ese suceso antes de convertirse en Historia. Mejor ejemplo que “El Orfanato” del ucraniano Serhiy Zhadan (un libro del que ya hablaremos en unas semanas) parece que no hay. Así, la novela puede escribirse para mostrar lo que aún es realidad. En el caso de Ucrania, y de cualquier otro conflicto, es así porque la realidad de una guerra es mejor si es contada mientras ocurre, cuando los protagonistas aun no son ni conscientes de lo que implica lo que les está sucediendo, no ya a nivel global, sino en su mundo interno. Ese es el verdadero suceso, el que conforman todos y cada uno de los cambios en la cotidianidad de muchas vidas sometidas a un futuro que siempre es incierto. Ove afirma: solo una novela es capaz de plantear los conflictos más importantes con los que nos encontramos sin encerrarlos en definiciones, sino dejándolos abiertos a sentimientos y experiencias. Ahí está el verdadero impacto y su realidad.
Ove consigue aquí una pieza extraordinaria de ensayismo literario que puede leerse a la vez como una poética, quizá esa sea la ironía de todo el texto: para explicar la novela hay que recurrir a la poesía.