El Último del Sexenio

*Presenta la 4t Como el Mundo Fantástico de Cuentos Infantiles;

Todos Aman a su Rey y a la Princesa Encantadora

*A la Quimera le Faltarán Argumentos de Programa-Presupuesto,

de Impactos Sociales y de Definición de Alcances.

 

 

 

EZEQUIEL GAYTÁN

 

Finalmente llegó. Es el último año de la actual administración. El próximo 1 de octubre tendremos nueva presidenta. Serán nueve meses los que le quedan a la actual administración, por lo que a partir del primer día del mes de enero seguramente el presidente López Obrador tomará decisiones al menos en tres vertientes. La primera es con el propósito de dejar consolidados algunos de sus programas, sobre todos los sociales; la segunda consiste en cómo presumir las inauguraciones de sus obras faraónicas (estén o no terminadas) y, la tercera se refiere a las acciones estratégicas que le permitan fructificar su proyecto transexenal. Cabe hacer notar que esas tres vertientes no son exclusivas de la presente administración, es algo que, en cualquier democracia, cuando se aproxima el fin del ciclo gubernamental todos los poderes ejecutivos enfrentan esos tres caminos y consecuentemente definen sus estrategias mediante la búsqueda de las mejores decisiones posibles, deseables y alcanzables. La diferencia es que en México es común que llegado el nuevo presidente desconozca lo realizado en el pasado y trace un nuevo esquema desarrollista del país. De ahí que en materia de Administración pública México se reinvente cada sexenio y cada nuevo presidente defina lo que es estratégico y lo prioritario.

 

Desde Lázaro Cárdenas hasta la fecha existe el deseo de los presidentes salientes de que los entrantes terminen los proyectos iniciados por ellos y que por algún motivo trascendieron el plazo sexenal. Es decir, no son necesariamente proyectos sustentados en la idea de un Maximato, pero si se fundan en la idea de cierta continuidad. Empero, los nuevos presidentes usualmente no le dan prioridad a las obras del pasado. Aunque existen excepciones en algunos rubros, tal es el caso de la política del desarrollo estabilizador entre Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Un ejemplo más reciente es el blindaje económico que Ernesto Zedillo heredó a Vicente Fox y que el panista no supo o no pudo entender cabalmente. En lo general si vemos cierta continuidad en materia de carreteras y obras de infraestructura. Pero con la gestión de López Obrador ya no la hay ni en salud y mucho menos en educación. 

 

Ahora vemos que el presidente López Obrador reclama la continuidad de un proyecto llamado cuarta transformación. Lo hace sin haber definido, en términos conceptuales, dicho proyecto; pero la presenta como el mundo fantástico de cuentos infantiles en el que todo mundo es feliz, ama a su rey y este heredará a su princesa encantadora un reino de súbditos leales y alegres.

 

Mientras el presidente López Obrador y sus abyectos colaboradores aplaudan a la abstracción denominada cuarta transformación e insistan en no definirla y dejarla a la imaginación subjetiva de cada mexicano, todo logro será más o menos presumido y cacareable y será etiquetado de éxito de la 4t. Así es difícil darle elementos concretos de cohesión a esa quimera y le faltarán argumentos de programa-presupuesto, de impactos sociales y de definición de alcances.

 

Será el fin de un sexenio al que ya califico desde estos momentos de mediocre y de haber incumplido con muchos de los ofrecimientos de la campaña electoral. Más aún, veremos improvisaciones en materia de Administración pública, llanezas simplistas de culpar al pasado neoliberal, alabanzas al burro que tocó la flauta y, mucho me temo, que aunque no sea mí deseo ni el del licenciado López Obrador, seremos testigos del año de Hidalgo, léase “tonto el que deje algo”. Dicho con toda propiedad.

 

De los tres tipos de decisiones que tomará el primer mandatario las tres son muy importantes, pero las del tercer tipo son preocupantes porque están asentándose en un proyecto transexenal con visos de Maximato, las está respaldando con base en la presencia de las fuerzas armadas en la Administración pública, las enmarca en su quimérico, subjetivo y abstracto proyecto disque transformador, no las está sujetando al Estado de Derecho, omite su estrategia en la importancia de la vida institucional y las enmascara en su supuesto retiro de la vida política nacional.

 

Por lo anterior será el último año del sexenio y, como todos los fines de una gestión, veremos sorpresas agradables y desagradables, seremos testigos de redefiniciones de oportunistas políticos, viviremos situaciones viejas y nuevas en materia política y, con un poco de buena suerte, los mexicanos acudiremos a votar y manifestar libre, directa y secretamente nuestra decisión acerca de quién debe gobernarnos los próximos seis años. La decisión está en nuestras manos.

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