Polariza a la Sociedad la Controversia de los Aeropuertos

Itinerario Turístico

(A la memoria de Marcela Ojeda Castilla y Adrián Ojeda Román)

Por Arturo Lino Guzmán

El tema de los aeropuertos no ha dejado de ser noticia desde hace medio año, exactamente el tiempo que tiene el actual gobierno y quizá desde antes porque fue parte de la agenda de campaña de quien hoy despacha en Palacio Nacional y es que el Presidente Andrés Manuel López Obrador decidió por múltiples razones (estrategia política, por cuestiones económicas, por corruptelas de la administración peñista, por demostrar poder o simplemente por un asunto de capricho personal o todas juntas), cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) y construir uno alterno en Santa Lucia.

Hoy el asunto es un verdadero galimatías, el controversial caso que ya empieza a cansar, a desgastar, confundir y hasta dividir a la sociedad, porque no hay claridad en lo que acontece en torno a este problema que nos tiene al borde del hartazgo.

Los aeropuertos son indispensables para cualquier país, simplemente por criterios económicos, por los movimientos comerciales y porque representa la entrada de millones de turistas y el hecho que se haya planeado el de Texcoco hace ya varios años, dos décadas atrás, era porque se veía venir una saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) “Benito Juárez” y esa visión de construir uno nuevo, tuvo muchos inconvenientes y el más delicado fue la oposición de los pobladores de Atenco, que con machetes en mano se opusieron e impidieron las  obras.

Las opiniones se han polarizado. Sin embargo, son la de los expertos las que deben tomarse en cuenta y el hecho de la suspensión provisional de los trabajos en el Aeropuerto de Santa Lucía, por disposición de Décimo Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito del Estado de México, que a la vez ordenó que se mantengan y conserven las obras realizadas hasta ahora en el de Texcoco,  es señal de que el asunto se prolongará más tiempo y podría ser motivo de un “juego de vencidas”, pues es de todos conocido cómo reacciona el Presidente mexicano.

La suspensión de los trabajos en Santa Lucía se debió a que el colectivo #NoMásDerroches presentó 147 juicios de amparo por irregularidades en las obras presentaron y para que en sus facultades el Poder Judicial de la Federación (PJF) atienda y revise la legalidad de la cancelación.

En tal caso aún no hay estudios de impacto ambiental por lo que la autoridad judicial determinó que hasta que no se cuenten con ellos, entre otros, se tendrá suspendida la obra, además se cuente con el dictamen de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).

Ello evidentemente no ha sido del agrado de gobierno federal que entre otras “puntadas” determinó que se inundaran los terrenos de donde se construía el de Texcoco para que las obras realizadas ahí, hasta hace unos meses, quedaran bajo el agua, a fin de inhibir todo intento de continuar en un futuro con la construcción de instalaciones aeroportuarias y con el paso del tiempo quedara en el olvido y terminar con vestigios del pasado priista y panista.

Esperamos que el gobierno tenga una actitud abierta y deje la cerrazón, la soberbia e intolerancia  a un lado pues si hacemos una referencia histórica, estaríamos en presencia de algo similar -con las características propias de la época, de las circunstancias y acontecimientos- de lo que ocurrió en la conquista donde se destruyeron las magníficas construcciones de las culturas locales y sobre ellas edificaron otras obras acordes a la nueva doctrina política y social, con el afán de someter a los indígenas romperles sus creencias y formas de vida.

Un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México, es una necesidad para atender adecuadamente la demanda creciente de pasajeros ya que el actual AICM está saturado y cumple con dificultades su función. Ojalá haya entendimiento por parte de quienes toman las decisiones, porque no es sano para los mexicanos estar en esta polarización. Es por el bien de las futuras generaciones.

SENTIDAS PÉRDIDAS.- A Marcela Ojeda la conocí, al igual que a su papá Adrián, en el quehacer profesional. Coincidíamos en la reporteada de varias “fuentes”. Menudita, delgada, de voz suave, hablaba bajito, pero con mucha profundidad, que denotaba su aguda inteligencia. Ya en los primeros años de los 2000 fuimos compañeros en la Sección de Finanzas de El Sol de México, compartíamos anécdotas, platicábamos sobre cosas cotidianas de nuestro trabajo, criticábamos a personajes de la vida pública, a nuestros jefes. Hablábamos de todo y también nos confiábamos algunas cosas personales, de nuestras penurias salariales y de la carencia de dinero. Luego la invitaron a colaborar a El Financiero, en donde destacó y recibió el reconocimiento merecido.

Acompañada casi siempre de su pequeño hijo Jesús, a quien vimos crecer y al cual los reporteros lo adoptamos como un sobrino. El cigarro fue su gusto y su declive en su salud que le ocasionó serios problemas y a la postre la muerte. Hace unos días perdió la lucha, pero fue consciente de su estado físico y hoy la recordamos con el respeto que se ganó a pulso como persona y profesional del periodismo.

A él, su papá Adrián, lo traté poco y ocasionalmente cuando yo cubría suplencias de la “fuente” de la Presidencia. Intercambiábamos de vez en cuando algunas opiniones y hacíamos comentarios diversos sobre algún tema y de algún acontecimiento. Murió una semana antes que Marcela, pero a los dos nuestro sincero reconocimiento. Y con tristeza decimos descansen en paz.

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