NIDIA MARIN
Quemar libros no es una solución, aunque sí una exhibición de rechazo a una política, a una persona, a un contenido, a un partido político, a imposiciones, a disposiciones o… a todas juntas.
Se ha perdido la cuenta de cuantas veces han quemado libros de Marx (Karl) en el mundo… Entre los casos más sonados está lo sucedido en Alemania el 10 de mayo de 1933, en Berlín. Sí ante 40,000 personas reunidas en la Opernplatz estudiantes impulsados desde el poder para rechazar a los judíos, hicieron la pira mientras se escuchaba a Joseph Goebbels pronunciar un fogoso discurso antijudío.
En México, apenas quemaron libros de otro Marx (Arriaga)…
Porque en el actual sexenio ya van dos piras. La más reciente, la del fin de semana pasado ocurrió en Chiapas, por parte de tzotziles.
Más le vale al Marx mexiquense, treintón, nativo de Texcoco no pararse en aquella entidad del sureste porque lo linchan, ya que él y Morena se han ganado a pulso el rechazo de las familias, no sólo por sus planteamientos, sino por la explícita manipulación de los pésimos libros de texto gratuito.
Para México, ese tipo de hechos no son novedad alguna. La primera quema de este sexenio, la llevaron a cabo un grupo de mujeres, en diciembre de 2019, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Ellas, al realizar el performance “un Violador en tu Camino” y reclamar “Señor, señora, no sea indiferente, asesinan a mujeres en la cara de la gente”, incendiaron ejemplares que trataban de terapias inservibles.
Ahora, una vez más queman libros, pero en Chiapas, algo novedoso sólo por la protesta porque, en aquella entidad, existe una tradición de llevar a cabo este tipo de ejercicios, aunque es la primera ocasión que se trata del rechazo al contenido político de los mismos, así como a la serie de erratas que presentan.
En los casos anuales, “la quema” la realizan los alumnos cuando concluyen sus carreras. Por ejemplo, la generación 2015-2019 al terminar su licenciatura en Administración llevó a cabo la quema en la Plaza Central del Campus VIII-Comitán, de la Universidad Autónoma de Chiapas. Fue casi un agradecimiento a esos libros.
De ahí que, el fondo de quemar libros no siempre es de rechazo a una política, pero en el caso de los sucesos en San Cristóbal las Casas, Chiapas, realizado por familias tzotziles sí fue por ello, contra los manipulados libros de texto.
Por cierto, el tzotzil se habla en las comunidades de El Bosque, Chalchihuitán, Chamula, Chenalhó, Huixtán, Mitontic, Zinacantán, Larráinzar, Pantelhó, Huitiupán, Simojovel de Allende, Totolapa, Jitotol, Pueblo Nuevo Solistahuacán, Bochil, Ixhuatán, Soyaló, Venustiano Carranza, Ixtapa, Teopisca y San Cristóbal de Las Casas.
Es posible que la quema se haya debido a que estas personas, de la etnia tzotzil consideraron que era parte de la enfermedad il k’op (“los malos deseos”) o bík’ta ch’ulelal (“la gran enfermedad del alma”).
El asunto es que no se dejaron dorar la píldora y… se notó. Simplemente son congruentes en su vida ya que, por ejemplo, en esta etnia cada persona tiene tres nombres el de pila ladino, el de origen hispano y el de origen indígena, mismo que toman de un fenómeno natural, una planta o un animal. ¿Entonces quiénes fueron?
Multiplíquele.
Aseguran los antropólogos que los tzotziles son una comunidad que no solo comparte una ascendencia común sino, además, costumbres, un territorio, creencias, una cosmovisión, un idioma o dialecto y una aproximación simbólica al mundo semejante.
Es posible pues que sus identidades individual y colectiva hayan sido lesionadas como grupo cultural. Ellos, los indígenas, son portadores de identidades, culturas y cosmovisiones que han desarrollado históricamente.
En México, hasta diciembre de 2019 había una población total tzotzil de 356 mil 247 personas, de los cuales 253 mil 897 habitan en Chiapas.
Para concluir como dijera el gran Ray Bradbury: “No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe”.
Exactamente eso sucede en este gobierno que afortunadamente está por terminar…