Algunas Experiencias por el sur de Quintana Roo

 

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

En el Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM donde trabajo, el doctor José Enrique Covarrubias lleva años estudiando los viajeros que durante el siglo XIX visitaron el México de aquellos años. Sus nacionalidades iban desde los ingleses que mezclaban sus apreciaciones sobre las ruinas mayas con informes detallados acerca de la geografía y flora del país, datos éstos y otros más fueron prolijamente analizados por personal del Foreign Office y del Commonwealth and Colonial Office en Londres. Los hubo viajeros que llegaban desde la hanseática Hamburgo que del reino de Prusia amén de españoles, franceses, italianos y paulatinamente, de muy pocos a una legión a partir de los años de 1880, de ciudadanos estadounidenses que plasmaron por igual preconcepciones racistas y del cristianismo protestante que, a la par, descripciones muy decimonónicas sobre el ser mexicano, sus costumbres, sus afanes y el siempre lastre de la política partidista mexicana a lo largo de la centuria. Existieron viajeros que estuvieron en México unos cuantos meses y subrayaban haber conocido la república y sobre todo el comportamiento de sus habitantes. En cambio otros vivieron años, algunos se casaron, tuvieron familia, hablaron el castellano de la época, pero sus hijos y nietos reiteraron y subrayaron: mi abuelo era europeo y sesearon con faltas de ortografía.  

Para el México del siglo XXI, aquél donde muy parecido a lo que señalaba Manuel Payno hacia finales de 1850, donde había mexicanos que paseaban por la madelaine parisina y vestían a la moda de Savile Row y otros muchos mexicanos cuya existencia diaria era parecida a cuando “Cortés los sorprendió hace más de 300 años”, en la actualidad existen compatriotas cuyas familias, sobre todo menores a 50 años los progenitores, conocen perfectamente los centros comerciales de Houston, de Abu Dabi y las playas de Bora Bora pero no se han parado por la Casa del Dean en la ciudad de Puebla, jamás se les ha ocurrido un domingo visitar las ruinas de Tula y apreciar sus “atlantes”, mucho menos visitar las edificaciones religiosas y civiles de la ciudad de Durango. Debemos afirmar que el proyecto liberal decimonónico y el postrevolucionario a partir de 1930 fue el de conformar un país de ciudadanos con pleno conocimiento de sus DEBERES y obligaciones, la imaginación más rápida lleva al lector a pensar en las responsabilidades político-electorales, pero más complejo y hoy más inacabado es el convencimiento y la experiencia vital de conocer el país para, reflexionar sobre sus problemas, ponderar los avances alcanzados en dos siglos y preocuparse por los obstáculos, que como rémoras bíblicas tercamente no desaparecen. 

Dado todo lo anterior y desde mi infancia, las diversas ramas familiares se preocuparon porque sus miembros conocieran México; solamente no he estado en Nayarit y Chiapas, pero puedo afirmar que del resto de los estados de la república conozco por lo menos tres locaciones. Y para los que ya piensan que no he superado la barrera del nopal, mi primer viaje a Europa lo realicé a los 12 años. Hoy Aeroméxico me envía propaganda para que conozca Honduras, pero me falta el viaje de iniciación existencial (sic) a la India.

En estos días de vacaciones universitarias mi esposa y yo proyectamos un viaje al sur de Quintana Roo, queríamos lo opuesto a la experiencia Cancún-Playa del Carmen y de complejos turísticos tipo Mayakoba, la idea era volar a Chetumal y de ahí recorrer por tierra hacia las diversas playas, lagunas, ruinas mayas, poblaciones históricas como la otrora Chan Santa Cruz hoy Carrillo Puerto, y obviamente, la capital del estado con una breve extensión a la tercera frontera mexicana: Belice. De entrada, la primera sorpresa fue el chetumaleño Museo de la Cultura Maya que sin ser tan faraónico como el existente en Mérida, Yucatán, tiene lo suyo especialmente las reproducciones de los principales centros ceremoniales mayas del sur de la entidad y el ambiente selvático. A un costado del museo la librería Educal-FCE con una amplísima oferta de libros, revistas y folletos sobre la cultura maya, pero también títulos de historia y literatura internacionales; ello me hizo recordar que semanas atrás el maestro Rafael Pérez Gay escribió en Milenio sobre la limitadísima oferta editorial que dirige Paco Ignacio Taibo II. En lo recóndito de, como dicen los quintanarroenses “Aquí inicia México”, dicha librería como otra oficial en Carillo Puerto, contradicen la afirmación de Gay: maestro, hay que volver a salir del estudio de abedul blanco, traspasar la frontera de Polanco y en lugar de tomar un espléndido Glenfiddich refrescarse con una cerveza Modelo, que es la compañía imperante en la frontera sur. 

Sin duda, el Quintana Roo en sus porciones norte y sur ya no es como cuando a mediados de 1970 el gobierno de Echeverría convirtió el territorio en estado de la federación. En la república mexicana existe el fenómeno “muégano”, esto quiere decir que cuando una taquería tiene éxito, las autoridades locales autorizan y los empresarios privados obtienen un sinfín de permisos, abarrotan la calle de changarros y el entorno empieza a degradarse. Ello pasa por igual con las cadenas hoteleras en cualquiera de los destinos turísticos mexicanos, léase Los Cabos, Acapulco, Cancún y otros más. En cuanto Mahahual, Bacalar, Calderitas, Xul Ha y otros más, el peligro arriba descrito es inminente. Hasta hoy, en tales poblaciones los hoteles son pequeños, pero al turista que llega a la laguna de Bacalar no le leen la cartilla de lo que no debe hacer, como pisar los estromatolitos. Cuando hace tres años estuve en las islas Cíes, cercanas al puerto de Vigo, España, no solamente había un decálogo de lo prohibido, sino que existía una limitante del número de visitantes por día en las islas. Para terminar, el otro gran atractivo de aquella zona sur de Quintana Roo son sus múltiples e importantes ruinas mayas como Kohunlich, Chacchoben, Dzibanché, Kinichná, las cuales son más importantes que las existentes en la porción norte del estado. Recorrer más de 200 kilómetros es también darse cuenta de la construcción del Tren Maya, me pareció ser la obra que actualmente tiene ocupada a más gente en el país. Los camiones de volteo, sin exagerar, se cuentan por cientos que por igual sacan piedras, follaje selvático, seguramente vestigios arqueológicos y transportan miles de durmientes; el trazo va al lado de la carretera y me recordó la doble vía del AVE Madrid-Sevilla o el ultra rápido tren, de más 400 km por hora, entre el puerto de Shanghai y Hangzhou, uno se llevó miles de olivos y arboles frutales, el chinesco muy a su modo, aldeas, pueblos, calles y parcelas de arroz. En fin…ojalá funcione la vía que recorrerá la península de Yucatán.                     

 

 

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