Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Se entiende que quien sueña con gobernar el país, no quera despertar hasta la dulzura se vuelve pesadilla.
Comprensible que quien aspiró hace 18 años y fracasó al no alcanzar el tren que lleva directo a Palacio Nacional, hoy renueve su esperanza.
Cuando se trata de una contienda interna de y entre partidos políticos, los amarres con los dirigentes, los compromisos y las promesas de que de llegar todos tendrán un lugar que llenar, quedó en el pasado.
Evolucionar en política y que los de su clase avancen y no vivan en y del pasado, es prerrequisito para jugar en las grandes ligas.
Pasmarse y volverse obsesivo consciente de que no será el elegido, no deja de ser un absurdo en los tiempos actuales.
Y no porque el cambio climático nos esté alcanzando o porque Ucrania le puede ganar la guerra a Rusia.
No.
Son los tiempos políticos de México.
El encanto, la esperanza gestada por dos razones: la agresiva campaña del hoy presidente y el hartazgo por las acciones del que se iba –se fue- se convirtió en pesadilla y la amenaza de una tragedia nacional está más que presente.
Desde el arribo del huésped temporal a Palacio Nacional, la cosa pública resintió un terremoto que, en principio, no alarmó porque se presumía la existencia de sólidos cimientos en la construcción de un edificio bautizado con el nombre de Transformación.
Con el paso de las semanas, de los meses y de los años, se perdió el encanto y apareció el rechazo a las acciones que empobrecieron a millones, permitieron que murieran cerca de 900 mil personas por el erróneo manejo de la pandemia sanitaria; el desempleo se hizo presente y la promesa de acabar con la corrupción no se ha cumplido y, en cambio, se ha fomentado en el círculo familiar y cercano al gobernante. Imposible pasar por alto el incremento criminal, los asesinatos violentos y el, hasta ahora, fracaso de las llamadas obras insignia. El AIFA no cumplió con las expectativas ni siquiera con las amenazas presidenciales a las líneas aéreas; la refinería Dos Bocas no ha refinado un solo galón de combustibles y el Tren Maya semeja las cavernas que ha dañado a su paso sin importar el daño ecológico a la región. El Corredor Transístmico podría convertirse en una nave de salvación y lo frenan las decisiones arbitrarias.
Ignorar que para el palaciego huésped su proyecto político debe continuar “cueste lo que cueste”, sería darse un tiro no en el pie sino en la sien. Durante estos 4 años y 10 meses, desde Palacio Nacional surgió la burla, la descalificación –en ocasiones con razón, sin duda- y las acusaciones en contra de las oposiciones a las que había calificado de «estar moralmente derrotada», prevalecieron hasta hace un mes.
El surgimiento del Frente Amplio por México arropó a diversas corrientes políticas y a casi 300 organizaciones de la sociedad civil. El ruido generado, fue ensordecedor. Durante las siguientes semanas, el presidente López no pudo marcar la agenda nacional. La información se enfocó hacia las oposiciones que despertaban del letargo en el que vivieron por meses. Y entrados en gastos, apareció el FACTOR X que, aunque lo niegue, sacó de quicio al personaje que destruye instituciones y observa que sus corcholatas y su proyecto están en riesgo.
Guste o no a quienes aspiran a ser elegido “Representante” de la FAM, Xóchitl Gálvez es un garbanzo de a libra en la política nacional y en los mementos clave para reencontrar el camino que salvaguarde la democracia y las libertades.
En la lista de suspirantes estaban, antes de la aparición del torbellino hidalguense, personajes de la política que, lo admitan o lo nieguen, pasaron sin pena ni gloria en la última década.
Uno de ellos, Santiago Creel Miranda muestra obsesión enfermiza y perversa frente a la realidad y repite como plumífero poblano, que no se bajará aunque se queje de la discriminación racial presidencial al atacarlo por tener ojos azules y ser de piel blanca.
Si en el Frente Amplio por México no se entiende que Xóchitl, el FACTOR X es la posibilidad real de competir con fuerza y derrotar la estructura electoral del presidente y su partido y despertar el ánimo ciudadano.
Sin descalificar a nadie de los 12 que quedan como suspirantes: ¿alguno haría mejor papel que el FACTOR X? Es pregunta y no tiene jiribilla política.
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