RAÚL MONDRAGÓN von BERTRAB
-Mire jovencito, para que no se vaya desilusionado, le repetiré mis máximas legendarias…
Y las repitió muy serio y casi meditando, sin dejar de menear el azúcar con la cucharilla dentro del vaso de café.
-La política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos.
No rio. Nada más apretó la dentadura falsa para fijarla bien en las encías.
-En la política mexicana, hasta los tullidos son alambristas.
Aprovechó mi fingida risa para pedirle al mozo un mollete.
-Bolillo caliente con frijoles refritos y queso derretido. Buenos para la digestión
-dijo-
Y la mera verdad: La Presidencia es como la montaña rusa. Con la cara que uno pone cuando lo sueltan cuesta abajo, con esa cara se queda uno para siempre.
Le dio una severa mordida al mollete.
-Por eso me verá siempre con esta misma cara, la del primer día de mi Ejercicio…
Prosiguió, María del Rosario, con una sonrisa medio macabra:
-Lo que nadie sabe es que mi arsenal de dichos inéditos es inacabable.
Le interrogué cortésmente, sin decir palabra. Me dijo disimulando algo así como un sonido equivalente campanilla de la garganta si las campanillas de la garganta doblaran a muerto.
-Sépalo de una vez. A mí no me entran ni las balas ni los catarros.
Ante tan contundente máxima, me quedé callado, esperando las siguientes palabras del viejo y preguntándome qué hacía yo aquí sino seguir, mi bella dama, vuestras instrucciones:
-Habla con El Anciano del Portal. Ten paciencia y aprende.
-¿Sabe usted, jovencito? Antes de ser Presidente hay que sufrir y aprender. Si no, se sufre y se aprende en la Presidencia y a costa del país.”
-El Anciano del Portal, La Silla del Águila (Carlos Fuentes)
“La silla presidencial, La Silla del Águila, es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos la República Mexicana.”
-Xavier Zaragoza “Séneca”, La Silla del Águila (Carlos Fuentes)
Con la entrega del Estado de México por el más descolorido de los Del Mazo a la ola guinda y la desbandada de un grupo fuerte y numeroso de priistas en estos últimos días, el PRI, que se antoja herido de muerte, ya no es ni la tercera fuerza política del país. Lo es ahora Movimiento Ciudadano, pero esa es otra historia cuyo desenlace es, como la vida, una inmensa posibilidad.
Me siento a comer una hamburguesa con mi amigo, el padre de mi Amigo, y personal “Anciano del Portal”, quien me pregunta por el jefe de jefes, el capo de tutti capi, del Grupo Atlacomulco, esa organización misteriosa, abstracta, que cubría con su manto invisible a la capital mexiquense y a sus hijos, siempre bravos, los ungía o no su espíritu non sancto.
Le contesto con los Usual Suspects: Hank, Juan Monroy, Montiel…
-Nombre, licenciado, ni cerca. Esos eran soldados, prestanombres, lacayos. El mero mero era Arturo Vélez, el obispo, primo del papá del primer gobernador Alfredo Del Mazo [Manuel del Mazo Villasante, quien fue Presidente municipal de Atlacomulco].
Nacido también en Atlacomulco, Arturo Vélez Martínez fue el primer obispo de la diócesis de Toluca. Su primer encargo fue terminar la catedral de San José de Toluca, sede de ese obispado. Hoy por hoy hay más de mil seiscientas iglesias, con lo cual no es difícil imaginar que un obispo que como Porfirio Díaz reinó por más de tres décadas (1951-1979) sobre la iglesia local y sobre sus arcas -como ejemplo, la iglesia católica en España recibía anualmente 10,000 millones de Euros en 2011-, en una de las épocas laxas y oscuras del catolicismo mexicano, paralela al reinado de Marcial Maciel, hubiese amasado el poder económico necesario para asegurar el político.
En 2017, en una Jornada pre-chayote, Bernardo Barranco escribía sobre el poder eclesial en el llamado “Estuche” en slang mexiquense:
“En el caso de los obispos mexiquenses, la relación con el poder tiene muy larga data. Hay numerosas crónicas de cómo los obispos son consentidos tanto por el gobierno estatal como por los poderes municipales. Casas, autos, choferes, viajes, apoyo a causas y caprichos episcopales son atendidos por los gobernadores. Incluso el Ejecutivo estatal designa a un funcionario especial para atender los requerimientos y ocurrencias no sólo de obispos, sino de una parte del alto clero en la entidad. Cuando el obispo Onésimo Cepeda enfermaba el gobierno ponía a su disposición un helicóptero para trasladarlo a su consulta médica. Onésimo alardeaba en comidas ser el padrino del actual gobernador, Eruviel Ávila, a quien en todo momento daba consejos. El espeso discurso laicista del Estado del siglo XX no tuvo cabida en el estado de México. Por el contrario, el llamado grupo Atlacomulco incorpora en su estrategia de gobernabilidad a la Iglesia. La razón de tal acomedimiento religioso, brincándose los principios liberales, se debe a que el primer obispo de Toluca, Arturo Vélez Martínez, formó parte consanguínea del poder. Don Arturo, quien estuvo casi 30 años [sic] al frente de la diócesis, fue primo de Alfredo del Mazo Vélez, gobernador del estado de México y abuelo del actual candidato Alfredo del Mazo Maza. Arturo Vélez era priísta y empresario, murió en 1989 a los 85 años. Dicho de otra forma, Arturo Vélez es la versión religiosa del grupo Atlacomulco. Para no perder el sello, fue varias veces señalado por actos de corrupción en negocios inmobiliarios y manejos poco furtivos de recursos conducidos en caritativas rifas de casas por el obispo de Toluca”.
El gran error del segundo gobernador Del Mazo fue privilegiar al tercero, a quien la historia ya condena, sobre otro primo, quien figuraba en paralelo, fue forzado a celebrar otras alianzas y de quien la amistad entrañable me impide hablar con total objetividad. Solo diré, porque lo conozco, que ese era el bueno.