Punto vista
Por Jesús Michel Narváez
Podría ser falta de infraestructura. O incapacidad profesional de quienes tienen la responsabilidad de dispersar los miles de millones de pesos que reciben los beneficiarios de los programas sociales.
Será el sereno. El problema para los adultos mayores es mayúsculo.
Desde el jueves se han formado interminables filas compuestas por adultos mayores. Algunos más mayores. Otros con muletas, andaderas o bastones. Los sombreros y cachuchas salieron a relucir durante estos dos días anteriores y muy probablemente este sábado.
A partir del primero de julio, los bancos privados que, mediante comisión por supuesto, prestaban su red de cajeros automáticos para que los beneficiarios, llámense adultos mayores, becarios o jóvenes destruyendo el futuro, cobraran los depósitos que bimestralmente se les hacían.
Alguien o la dirección del Banco del Malestar, tuvo la peregrina y franciscana idea de cancelar los contratos con el sector bancario privado porque, se presumió, ya contaba con la infraestructura suficiente para operar por sí mismo toda la entrega de recursos.
Desde mayo se informó que sería el último mes que los bancos privados daban el servicio. Son embargo, algo salió mal y la directora del “banquito” –y no sirve para sentarse- estimó que faltaban “algunos detalles” y prolongó el contrato con los bancos hasta el último de junio.
En julio ningún banco privado recibe dinero de los programas sociales para que los beneficiarios acudan a sus cajeros y dispongan del recurso. Es verdad, los bancos cobraban 35 pesos por operación y el del Malestar no lo hace.
Lo que si hace y con un cinismo pasado por agua, es engañar a los beneficiarios.
Me informan dos amigos cuyos apellidos empiezan con la letra M, de mamá –que al parecer es lo que les falta a los del banquito- que, como cada bimestre llamaron al 800 900 2000 y siguiendo las instrucciones corroboraban si ya se había depositado lo correspondiente a su pensión.
La respuesta afirmativa, los hizo estar tranquilos. Como no podían ingresar al número telefónico sino horas después, decidieron que irían el jueves para rescatar lo que por derecho les pertenece.
Pero ¡oh sorpresa!… largas filas en tres sucursales del banquito a las que acudieron. En la última, la central en Río Magdalena, en Álvaro Oregón, se les informó que el trasporte que lleva el dinero, esos camiones blindados que no respetan ninguna señal de tránsito ni ninguna restricción marcada en el reglamento correspondiente, “no llegado… estamos en espera de su arribo”.
Esperaron dos horas y el camión nunca llegó.
Ante la situación, me regresó el espíritu reporteril. Indague hasta donde se pudo y encontré diversas versiones. La primera, la falta de cajeros suficientes y en operación. En las sucursales del Banco del Malestar, como norma hay máximo dos. La regla es uno. Y generalmente están descompuestos. El software no responde. La segunda: la infraestructura actual carece de suficientes servidores para realizar más de 11 millones de operaciones mensualmente, solo en el caso de los adultos mayores. Pueden ser muchas más debido a que no todos extraen el total de la pensión y regresan cuando menos dos veces en el bimestre. Tres: el dinero sí se dispersó pero alguna “emergencia” de cash del huésped temporal de Palacio Nacional impidió que se depositara en los cajeros.
Me quedo con la última posibilidad.
Produce irritación, encanijamiento y más, observar las largas filas de adultos mayores, unos en sillas de rueda, otros con bastón y más con andaderas. Esperaron –no sé si lograron el retiro- horas y nadie les daba una explicación que, por otro lado, para maldita cosa habría servido.
Quedó demostrado que este gobierno si algo tiene es ser inhumano. ¿O cómo llamaría usted el trato que se les dio en las últimas 48 horas a millones de beneficiarios mayores de edad?
Es deseable que se tome una decisión para que esto no se repita y que, quien orilló a cancelar los contratos con los bancos privados, sea sancionado con algo que corresponda: su despido.
El Banco del Malestar va de mal en peor y en Palacio piensan que va “requetebién”, porque se están ahorrando las comisiones que cobraban los bancos privados.
Que el presidente no se sorprenda si millones de ancianos votan por otro partido o no votan simplemente.
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