*¿Dónde? A Unos Kilómetros de la Ciudad de México en el Parque Nacional “La Marquesa”
*También Puedes Beber un “Azulito”, Conocido Además Como “Pitufo”
*A los Niños les Llama la Atención la “Sandía Loca”, una Fruta Rellena de Gomitas
*Los Dulces Típicos son una Delicia: Cocadas, Borrachitos, Obleas
*También Morelianas, Alegrías, Palanquetas, Muéganos y Mazapanes
*Y Abundan los Juegos, Como La Tirolesa, los Go-Karts, o las Bolas de Plástico en el Agua
*También Está don Carlos y sus Esculturas Miniatura, de Quetzales, Guacamayas y Alondras
SUSANA VEGA LÓPEZ,
Enviada
LA MARQUESA, Edo. Mex.- ¿Conoces el Parque Nacional Insurgente Miguel Hidalgo y Costilla? Es uno de los preferidos para visitar los fines de semana; no sólo de los capitalinos sino de los visitantes de otras partes de México y de otros países por sus verdes paisajes naturales, gracias a que se encuentra enclavado en la Sierra del Ajusco o Sierra de las Cruces.
Estamos hablando de La Marquesa, sí, de la cual poco saben que fue durante el mandato del presidente Lázaro Cárdenas del Río cuando se nombra parque nacional, por decreto presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación en septiembre de 1936.
Su altura (está a dos mil 700 metros sobre el nivel del mar) le permite tener un clima semifrío y semihúmedo que hace necesario llegar bien abrigado para evitar sentir el frío, que cala hasta los huesos si no estás acostumbrado a esas temperaturas.
Lo que sí es que si te pones a la mira de los rayos del sol, la sensación es súper agradable porque te sientes apapachado y la estancia se torna muy placentera al admirar la naturaleza en pleno; sentir el aire fresco, y, qué mejor, si te tomas alguna bebida calientita, ya sea un café, un té o un atole.
Claro que, ya entrado en calor, puedes optar por adquirir en uno de los establecimientos que allí se encuentran: una deliciosa piña colada (con o sin alcohol) en cuyo caso a la misma piña le quitan la pulpa para que sirva a manera de vaso, la rellenan de crema de coco, leche evaporada, jugo de piña, ron, hielo, y la adornan en forma de carita; o bien, un “azulito”, también conocido como “pitufo” (bebida energética color azul, con refresco de limón, chilito en polvo de mora azul para escarchar el vaso, gomitas, vodka y hielo); un jarrito (con tequila, refresco de toronja, limón y sal); un tarro de pulque; una cerveza, o cualquier otro líquido para hidratar.
Llama la atención la “sandía loca”, que es un antojo o postre que se prepara con la mitad de una sandía a la que le ponen gomitas de múltiples colores y formas que hacen resaltar el sabor de esta fruta, que lleva los colores de la bandera mexicana: un preparado muy extraño que se presenta con una sombrillita de papel para llamar más aún la atención del visitante.
Los vendedores de dulces típicos salen al encuentro con frecuencia: caminan por todo el parque con sus canastas de carrizo repletas de cocadas; borrachitos; obleas; morelianas (con su sabor irresistible al paladar, si te gusta la cajeta); alegrías; dulces de leche; palanquetas; muéganos; mazapanes, y dulces cristalizados, que la misma familia elabora con sus recetas tradicionales, que hacen de estos postres una delicia que se debe probar pues, además, los precios son muy accesibles (van de los 10 a los 45 pesos). Y no olvides probar también el pan de nata.
En La Marquesa se pueden vivir experiencias como: manejar en cuatrimoto o go karts, montar a caballo, subir a la tirolesa, meterse a una bola de plástico en el agua, hacer uso de los juegos infantiles como los pasamanos, columpios o “sube y bajas”, además de realizar cualquier juego que a uno se le ocurra.
Familias y amigos aprovechan para correr, echarse una “cascarita” de futbol, jugar al cinturón escondido, coleadas, “cebollitas” y más.
Muchos paseantes llevan comida para realizar un día de campo; otros más prefieren degustar en cualquiera de los restaurantes la deliciosa comida mexicana que allí se vende como: sopas de médula o de hongos; quesadillas; tlacoyos; sopes y tacos de cecina, bisteck o longaniza verde y/o roja, con salsa molcajeteada.
Allí, en un lugar conocido como “El Columpio”, nos encontramos al señor Carlos Valles Ramírez, un artesano que realiza figuras en miniatura y las encapsula en diminutos frascos de vidrio de apenas cinco milímetros de tamaño.
Don Carlos trabaja con sus manos para dar forma al migajón y lograr esculturas de: quetzales; tucanes; colibríes; guacamayas; aves del paraíso; alondras; primaveras; flamencos; búhos; grullas; mariposas monarca (donde se vale de la telita de la cebolla que luego colorea con pinturas al óleo); delfines y koalas por citar algunas.
Pacientemente y con minuciosidad, don Carlos monta sus figuras en un palillo o alambre -según el caso- y luego las pega en un botón, que es el que cierra el frasco de vidrio donde la miniatura se muestra encapsulada. Son figuras donde el migajón lo trabaja con mucha precisión y profesionalismo para lograr lo que tiene en mente.
Don Carlos, con su estuche en mano donde exhibe su obra de arte en miniatura, recorre de siete a 10 kilómetros de La Marquesa pues camina por el Valle del Potrero, del Pachón, El Columpio, La Roca, Las Alas, El Portezuelo, El Bosque de la Amistad… “Son muchos valles los que camino”, dice a Misión Política y comenta que sale de San Mateo Atenco, lugar donde vive, con la idea de vender su artesanía, sus esculturas a pequeña escala que ofrece para su venta en 50 pesos.
“Han venido personas que llevaron las piezas, por ejemplo, a Cancún o Tulúm… Me han comprado en mayoreo para ofrecerlas en algunas tiendas de San Miguel de Allende y en Dolores Hidalgo, Guanajuato; así como en Sayulita, Jalisco”, afirmó don Carlos.
Su obra ha sido apreciada también por extranjeros a quienes les encanta el arte mexicano y que se han llevado a Alemania, España, Cuba, Estados Unidos “y muchos otros países. Y yo feliz que me compren mi trabajo que ahora ya no es tan complicado para mí porque ya son muchos años de hacerlo y se me hace fácil”.
Por cierto, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) considera el arte en miniatura en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2020 en cuatro países: Azerbaiyán Irán, Turquía y Uzbekistán.
Cabe señalar que miniaturas famosas son las pinturas al óleo en alfileres; en la punta de un palillo de dientes; en granos de arroz y de café; en papel maché; en pétalos de flores; en hojas de maíz; cristal; madera y fierro y otros metales.
En verdad que resultan curiosas estas piezas, que son verdaderas obras de arte que muchas veces pasan desapercibidas sencillamente porque se venden en el parque y no en alguna tienda o galería.