*Bemoles en la Lucha de Doña Clara Torres
*Justa Demanda, Pero Arrastra la Sospecha
*Todos Metidos en el ajo de las Guarderías
*Los Monopolistas Resultaron ser Políticos
*De las Luchitas Mediáticas sin Pena ni Gloria
Por Rafael Navarro Barrón
Pudiera citar al Centauro del Norte, el legendario Pancho Villa, como miembro distinguido de la insurgencia chihuahuense, o al otro revolucionario, el general Rodolfo Fierro, pero uno era de Durango y el otro de Sinaloa; los insurgentes del “estado grande” han sido “fifí”, intrascendentes en la vida nacional, porque, al final, se desinflan, no llegan, mienten, no concluyen la lucha.
Quizá lo más representativo, en la línea ideológica de izquierda, fue el muralista David Alfaro Siqueiros, a quien se le adjudica su nacimiento en la ciudad de Camargo, Chihuahua, donde fue localizada su acta de bautismo católico. Pero el también militar mexicano, no alcanzó los altos niveles en la política nacional; vivió una vida de penuria y pocas glorias.
La historia chihuahuense cuenta a sus insurgentes, del pasado y del presente, con los diez dedos de las manos, quizá un poquito más. Algunos han sido olvidados, otros se fueron de este mundo con más pena que gloria; los que aún viven, están encerrados en sus mansiones de oropel y lodo…gozan de lo que robaron, arrabaleramente.
Entonces, suponer que la lucha emprendida por la activista y millonaria Clara Torres de Iglesias tiene un camino cierto, puede tener sus bemoles; vaya, es un espejismo.
Aunque justa su demanda de regresar el presupuesto directo a las guarderías éticas, apoyadas con fondos federales, arrastra el lastre de la sospecha por lo que encontró en los archivos el nuevo gobierno de López Obrador.
Como en todo, los propietarios de las guarderías, los monopolistas, resultaron ser políticos, hijos y esposas de políticos, amantes de políticos y amigos de los gobernantes.
Se tejieron historias de éxito, con niños “fantasma” que nunca pisaron las guarderías, pero que fueron pieza clave para cobrar las “mini pensiones” que pagaba la federación al mirarlos en las listas oficiales.
Todos estaban metidos en el ajo: gobiernos, políticos, secretarías de estado y los que ahora defienden, casi con su vida, que regresen esos fondos. Tan solo en Ciudad Juárez, dos políticos muy conocidos: Enrique Serrano, candidato perdedor al gobierno de Chihuahua y su socia y cómplice, Adriana Terrazas Porras, exdiputada federal.
Y basta recordar la historia de la luchadora social panista, Clara Torres, hija de unos de los fundadores del Partido Acción Nacional, Alberto J. Torres. En 1986, al triunfo político de Fernando Baeza Meléndez, ganador de las elecciones estatales por el PRI, los diputados electos, proporcionalmente, fueron Guillermo Luján Peña y Clara Torres Armendáriz, del Partido Acción Nacional, quienes, como medida de rechazo al fraude electoral del que acusaban al PRI, no se presentaron a tomar su cargo, acción que fue secundada por los suplentes.
La historia de Clara Torres es la misma de otros aristocráticos insurgentes. Luchan, pelean, gritan, disienten…y en la noche van a jugar “canasta” con las mujeres de la alta sociedad; en las noches, cual damas de la alta alcurnia, se visten de fiesta para ir a los eventos culturales y sociales.
Tienen dinero, de sobra, para las luchas sociales, pero carecen de la sensibilidad para entender que los tiempos cambian y que la exigencia no es un berrinche de niña mimada, sino de carácter y de auténtica lucha social.
El emblemático Manuel Gómez Morín, fundador ideológico del Partido Acción Nacional, oriundo de un poblado serrano de Batopilas, no es precisamente el José Martí de los chihuahuenses; por el contrario, su línea ideológica se difuminó, frente a la realidad del partido que fundó, ahora convertido en una auténtica cloaca, corrupta y sin credibilidad.
Otros insurgentes, como Luis H. Álvarez, Manuel Espino Barrientos (ahora ex panista, nacido en Durango) y Gustavo Madero Muñoz, han dirigido al PAN, desde la máxima sede nacional de ese partido. Todos tuvieron la misma marca: concluyeron sus periodos bajo serias acusaciones y sospechas de vender los ideales del panismo. Corruptos y corruptores.
Luego vendría la odisea emprendida por personajes del PRI y del PAN que alcanzaron cargos importantes en el escenario político, como es el caso de Fernando Baeza Meléndez, en la PGR; Francisco Barrio Terrazas, en la Función Pública; Javier Corral Jurado y César Duarte Jáquez, quienes desfilaron por las cámaras de diputados y senadores, con una visión más mediática que de política real. Siameses de la política, han brillado por la estridencia y por el penoso paso por la gubernatura chihuahuense.
Y en realidad, no hay mucho que contar del norte. No hemos tenido un político que, por lo menos, esté en la antesala de la presidencia de la república. Hasta el minúsculo estado de Colima ha dado presidentes; Chihuahua ha procreado penuria y desencanto.
De no ser por la destacada labor de los genios de las finanzas, como Antonio Ortiz Mena y el negociador del Tratado de Libre Comercio, Herminio Blanco Mendoza, Chihuahua estaría en el sótano de una insurgencia pobre y sin caras visibles…como lo es hoy, con luchitas mediáticas, sin pena ni gloria.