Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
De acuerdo con el informe del INEGI correspondiente a 2022, México cuenta con 2 mil 471 municipios a lo largo y ancho del país incluida la Ciudad de México. El presidente de la República se ha cansado de repetir que los conoce todos gracias a sus recorridos durante tres campañas para buscar el cargo político más relevante de la Nación.
Probablemente -no hay un dato que lo confirme- como Jefe del Ejecutivo Federal haya visitado la totalidad cuando menos en una ocasión. Hay dudas sobre el tema.
Más allá de números, de visitas consumadas, llama la atención que en sus casi cuatro años de mandato haya acudido a Badiraguato en cuatro o cinco ocasiones, porque hay insuficiente información de su constante presencia en la tierra del “señor Guzmán” como llama al criminal preso en Estados Unidos y cuya reclusión en el penal de Florence, Colorado, en la Unidad H, bajo el esquema SAMs (Medidas especiales, administrativas y de extremo aislamiento) le impide seguir con sus negocios que ahora llevan a cabo sus hijos, entre ellos el detenido y liberado Ovidio.
En redes sociales circuló un video en el que se observa el arribo de 3 camionetas Suburban de color blanco circulando, presuntamente, en las tinieblas de la noche el pasado viernes. Podría, ciertamente, tratarse de un montaje. El silencio guardado en el pulpito presidencial del Salón Tesorería, alienta el Sospechosimo.
No se recuerda que, como presidente de México, exjefe de gobierno de la Capital del País, haya hecho más de tres recorridos. Y eso que la actual mandataria es su corcholata favorita para buscar sucederlo.
¿A cuántos de los 125 municipios del Estado de México ha dejado de ir?
¿O de los 84 de Hidalgo? De Oaxaca, ni hablar. No ha visitado los 570 y de igual manera ha dejado pendiente hacer acto de presencia en todos los de Tlaxcala o Puebla.
¿Qué tiene Badiraguato que lo hace viajar incluso sin comitiva de prensa y de manera subrepticia?
A nadie le queda claro o, mejor dicho, a muchos no les queda duda la insistencia de acudir a un municipio en el que no hay una razón de peso social o político. Son especulaciones, hasta ahora, pero se sospecha que su presencia, alienta el choque entre cárteles que dominan gran parte del país.
Bajo el esquema de una política de (in) seguridad pública, fincada en la misteriosa propuesta de “abrazos, no balazos” y que tiene como resultado la muerte de 136 mil personas etiquetadas por los ministerios públicos como homicidios dolosos, en su enorme mayoría por enfrentamientos en los grupos criminales, aumenta la percepción de que la impunidad con la que se desempeñan los cárteles es producto del desdé, de alguna manera hay que llamar la acción, del gobierno federal.
De ninguna manera se trata de una acusación que surja de la calenturienta mente del escribidor. Simplemente se retoman aquellas que, como la de Porfirio Muñoz Ledo, públicamente denunció la connivencia del Gobierno con los cárteles, específicamente con el de Sinaloa.
Nada más aplicable que la frase que ha traspasado los siglos y atribuida a “Cayo Julio César: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo”.
En el caso del residente temporal de Palacio Nacional, con parecer honesto, tener la conciencia tranquila habría que señalar que no basta ser honesto, tener la conciencia tranquila, presumir la lucha cintra la corrupción, decir que la pobreza se reduce y que respeta los derechos humamos y el medio ambiente.
Además de serlo, tiene qué parecerlo. ¿O no?
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