“Secuestrada: La verdad de Lisa Mcvey”

Del Cine y Las Leyes

De Infierno a Infierno

HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO

“Secuestrada: La verdad de Lisa Mcvey” (“Believe Me: The Abduction of Lisa McVey”); telefilm canadiense dirigido por Jim Donovan, con la actuación de Katie Douglas (Lisa McVey), David James Elliott (Sgt. Larry Pinkerton), Rossif Sutherland (Bobby Joe Long) y Amanda Arcuri (Lorrie); cuyo estreno fue en 2018 en Canadá.

Lisa McVey, una chica de 17 años de edad, es secuestrada y abusada, y sin entender por qué, se encuentra luchando por mantenerse con vida para convencer a su atacante a fin de que la libere.

Basada en hechos reales y conforme a la historia que contó la propia Lisa McVey, que en la actualidad es una oficial de policía de recursos escolares y oradora motivacional de Tampa, Florida.

EL PRIMER 

INFIERNO

Lisa McVey vive en Tampa Bay, Florida con su negligente abuela, pero su vida es un infierno, pues Morris, que es novio de la abuela, la agrede sexualmente con regularidad y su abuela no hace nada al respecto.

La condición de víctimas sexuales se da con gran frecuencia en el seno de familias disfuncionales, y así lo muestra la cinta, ya que Lisa vive con su abuela materna, pues su madre se ha deshecho de ella para dedicarse a cuidar solamente a Lorrie, hermana menor de Lisa.

La trama no establece el por qué la madre desprecia a Lisa, pero es obvio que esa indiferencia y odio crea en la menor un trastorno de cierta culpabilidad, lo cual influye en condiciones de volverse sumisa a los sometimientos sexuales del novio de la abuela.

Lo peor en muchos casos, es que los propios familiares directos saben del abuso que sufre un menor y no hacen nada para evitarlo, y como dice el dicho: Tanto peca el que agarra la pata como el que no denuncia.

La Fundación Anar (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) estima que casi la mitad de los abusos sexuales a niños y adolescentes son cometidos por un familiar; de ellos, los agresores más frecuentes son el padre (23,3%), la pareja de la madre (5,4%) y el tío (5,4%).

EL SEGUNDO 

INFIERNO

Lisa es una menor de edad, no obstante, se encuentra trabajando en una cafetería en donde dobla turnos y llega a salir hasta altas horas de la madrugada, y si eso no fuera suficiente, el dinero que gana lo usa la abuela para cubrir los gastos de la casa.

En México la Ley Federal del Trabajo en su Título Quinto Bis, denominado ‘Trabajo de los Menores’, prohíbe que los menores de edad trabajen en jornadas nocturnas, más allá de que se ponga en riesgo su seguridad o integridad física; en los Estados Unidos las condiciones laborables son similares, pero es obvio que la joven necesita el dinero extra que le dan por esas dobles jornadas.

Pero es un verdadero infierno que, siendo menor de edad, tengas que trabajar jornadas dobles, salir a altas horas de la noche o de madrugada y que llegando a casa tus familiares te quiten el dinero ganado.

EL TERCER 

INFIERNO

Una noche, camino a casa del trabajo, Lisa ha decidido terminar con su propia vida para no continuar con lo que le está pasando, pero esa noche es secuestrada por Bobby Joe Long, y la chica se encuentra luchando por mantenerse con vida.

El sufrir un secuestro es en sí ya un infierno, pero sí a eso se suma una violación el averno es eterno; el secuestrador la viola en su automóvil antes de llevarla a una casa donde la mantendrá por 26 horas, las violaciones son continuas al grado que ella no sabe cuántas veces se dieron las agresiones sexuales.

Conforme a los hechos presentados en la película, Bobby Joe Long ha cometido privación ilegal de la libertad, violación (al menos tres veces), y lesiones, cuya sanción sobrepasaría los 60 años de pena de prisión.

EL CUARTO 

INFIERNO

La abuela denuncia su desaparición, pero en realidad asume que se ha escapado; mientras, Lisa se las arregla para convencer a su atacante para que la libere, y cuando regresa a casa, nadie cree su historia, ni la policía, excepto un detective, que sospecha que fue secuestrada por un asesino en serie.

Este es el infierno mayor que puede sufrir una víctima de secuestro y de violación, el que nadie le crea, el que todo mundo piense que se ha escapado con el novio o algún amigo y que ha inventado una historia para evitar una reprimenda.

Pero ¿qué hacer cuando las personas en que debes confiar no te creen?

Su abuela y su novio no le creen, el oficial del caso tampoco, las dos agentes de delitos sexuales mucho menos, pero el sargento de homicidios Larry Pinkerton, impresionado por el grado de detalle con que recuerda todo lo vivido, sí le cree, e incluso liga el caso a la búsqueda de un asesino en serie de mujeres.

El no creerle a la víctima, más allá de lo que establezcan los protocolos, genera una doble victimización, pues lo más seguro es que no se abra una investigación, el delito quede impune y el delincuente sin sanción.

Lisa McVey Noland, desde muy pequeña pasó por muchas idas y venidas de hogares de acogimiento, con una madre adicta a las drogas y al alcohol fue obligada a mudarse con su abuela a la edad de 14 años.

McVey contó su experiencia como víctima de abuso, incluso antes de su secuestro, en un libro publicado en el año 2007 titulado Smoldering Embers; ahí narró que el 3 de noviembre de 1984 cerca de las 3 de la madrugada, fue asaltada de su bicicleta cuando se dirigía a la casa de su abuela después del trabajo; le vendaron los ojos, la retuvieron a punta de pistola, la violaron y la torturaron durante 26 horas; más tarde se enteraría de que el perpetrador era Bobby Joe Long, responsable de al menos 10 asesinatos y más de 50 violaciones.

Durante su cautiverio, ella apeló a la mente infantil de su secuestrador y le ofreció ser su novia secreta; obtuvo la simpatía de Long al afirmar que era la única hija de un padre enfermo, y lo persuadió para que la liberara; al llegar a su casa, fue golpeada e interrogada durante cinco horas sobre su paradero; siempre se mantuvo constante en su relato y finalmente se hizo una llamada telefónica a la policía.

Lisa memorizó varios detalles sobre su secuestro e intencionalmente dejó huellas dactilares en varias superficies del baño de Long para ayudar a la policía a identificarla en caso de que muriera; sin lugar a duda logró salir de ese infierno, pero ¿a cuántas mujeres que han salido de ese infierno no se les ha creído?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

 

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