Por Jesús Michel Narváez
Finalmente, sí pesó la cercanía.
Durante su presentación ante comisiones, Loretta Ortiz, consejera de la Judicatura Federal, -el domingo se lo presenté en Galaxia Política- manifestó textualmente:
“¿Cómo me he conducido a pesar de mi relación con el presidente?, que no la niego, no la niego. Como consejera de la Judicatura Federal nunca me habló él, nunca nadie me pidió nada, y yo no le hablé a un juez o magistrado para modificar sentencias. Como ejemplo, o sea, como muestra de un botón, el juez Gómez Fierro, para el caso precisamente de la Ley Eléctrica, precisamente ese es el caso clave, que su servidora no le habló, lo evaluó en la Comisión”.
El Senado de la República la designó la décima primera integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y rendirá protesta el 12 de diciembre ¡bien guadalupana! en sustitución del ministro Fernando González Salas, quien cumplió su periodo de 15 años.
La terna enviada por el presidente parecía cantada. Estaba cantada.
Con su designación, el presidente contará con 4 ministros, 3 mujeres y un hombre, entre el Pleno de los ONCE sabios de la justicia.
Es probable que ahora las votaciones, a partir de enero, en temas que al presidente le intereses sobre manera para llevar a buen puerto la horada nave de la cuatroté, varíen y la balanza se incline a favor de los proyectos presidenciales.
Como es bien conocido, temas como la reforma eléctrica y su acompañante el petróleo, han sufrido reveses cuando jueces como Gómez Fierro, concedieron amparos.
Desde el decretazo de la secretaria de Energía, Rocío Nahle, la lluvia de amparos inundó la Consejería Jurídica de la Presidencia -hoy inexistente al ser traslada a la Secretaría de Gobernación- y los demandantes encontraron fuerza jurídica para defender sus inversiones.
Eso no le agradó al huésped temporal de Palacio Nacional e incluso señaló que los jueces de amparo los otorgaban por tener componendas con los conservadores.
De ahí la importancia de la cercanía de la ahora ministra Loreta Ortiz con el presidente López.
Claro, ella garantiza que actuará con independencia y apegada a la legalidad, lo que se antoja difícil por, justamente, la cercanía no negada.
Ella no será, por supuesto, la Judas que entregue al Mesías.
Concediendo que, no aceptando plenamente la rectitud de la ministra, en política no todo lo que se dice se cumple menos cuando el gobierno del presidente López tiene en la visión personal únicamente “cambiar al país” y para ello cuenta con el respaldo indiscutible de las fuerzas armadas, del Congreso de la Unión ahora muy probablemente del Poder Judicial de la Federación, encarnado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La nueva ministra será el fiel de la balanza en sentencias que dicte el Pleno de la Corte.
El mecanismo es simple: se requieren 8 votos para declarar inconstitucional o tal o cual ley. En ambos casos podrá completar los 8 o dejar con 7 a los que no avalen lo que el presidente quiera.
La doctora Loretta Ortiz estará en la mira de todo mundo, sobre todo, en asuntos de relevancia. Uno de ellos, político, mantener el fuero del gobernador de Tamaulipas o retirarlo. Será invasión del Poder federal a la soberanía del estado si opta por apoyar la segunda opción. Lo otro, lo otro es la reforma eléctrica que hasta ahora solamente ha mostrado que un cortocircuito deja sin luz a los hacedores del texto.
Y por supuesto, está la suspensión que impide muchos funcionarios ganen más salario que el presidente de la República.
Llega a una Corte en donde por el ambiente en que vive, el infierno sería gélido.
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