De la Cultura del Miedo al Terrorismo de Estado

*Señala Desde el Poder a Quienes Disienten del Régimen

*Desencadena la Guerra Sucia por Sedición o Conspiración

*Denunciar Para Coadyuvar con la Sociedad y el Gobierno

Por Ezequiel Gaytán

La cultura del miedo es un concepto ambiguo con variantes debido a la cantidad y variedad de excepciones utilizadas y tiene que ver mucho con la subjetiva percepción social respecto a una serie de variables que pueden referirse a la inseguridad pública, al alarmismo por fenómenos naturales, a la presencia real o imaginaria de enemigos de una nación o a una política gubernamental deliberada a fin de que la sociedad se comporte o conduzca de determinada manera. Es un concepto sociopolítico que es motivo de análisis debido a que, efectivamente, es demostrable y cuyos matices van del miedo, al temor y al terror.

Para fines de este artículo me detendré en la construcción de la cultura del miedo por parte de un gobierno, ya que se instrumenta mediante procesos culturales, ideológicos y técnicas deliberadas que varían desde la cuidadosa selección y emisión de noticias, datos y estadísticas, la minimización o maximización de eventualidades locales, nacionales e internacionales, estigmatización a grupos sociales y divinización de otros, fabricación de enemigos o bombardeo a la propalación de rumores y filtraciones de prensa.

La experiencia nos dice que es más común de lo que usualmente se piensa que los gobiernos recurran a esas prácticas. El peligro consiste en que la autoridad no sepa detenerse y se extralimite en el uso de dichas mañas, pues entonces se aproxima al terrorismo de Estado.

Terrorismo y terrorismo de Estado son dos conceptos diferentes, pero con elementos en común. Veamos, el terrorismo se define como el uso de tácticas violentas premeditadas de organizaciones o grupos radicales y fanáticos y que persiguen, al menos, cuatro objetivos: Infundir terror en la población y el gobierno; dominar por el terror; tomar el poder y, orientar las decisiones gubernamentales mediante la intimidación a las autoridades, a fin de que las disposiciones beneficien política, ideológica o religiosamente a las organizaciones promotoras de ese flagelo, pues recurren al asesinato en masa de población civil, recurren a la instalación y detonación de bombas, utilización de armas químico biológicas y ciberterrorismo.

Por su parte, el terrorismo de Estado lo asumen los gobiernos como una forma de transformación y creación de un nuevo sistema político o régimen. Se caracteriza porque impone cambios jurídicos que le permiten actuar discrecionalmente debido a lo laxo de las leyes. Dicha actuación le permite operar en la clandestinidad y actuar impredeciblemente debido a las difusas y confusas que son esas nuevas leyes. Usualmente la transición de la cultura del miedo al terrorismo de Estado se basa, además, en señalar desde el poder a quienes disienten. Posteriormente ese tipo de gobierno recurre al encarcelamiento de quienes dice son los enemigos de la patria. Entonces desencadena la guerra sucia, las persecuciones al amparo de sedición o conspiración, luego recurre a los secuestros, desapariciones y encarcelamientos o asesinatos sin juicio de por medio.

Por todo lo anterior, sostengo que México no vive un terrorismo de Estado y me parece que aún estamos lejos de esos extremismos. Pero también sostengo que la cultura del miedo es una realidad. Por un lado, porque la inseguridad pública está desbordada y el gobierno insiste en un adefesio conceptual aberrante de “abrazos y no balazos” y por el otro, porque el planteamiento maniqueísta de que se está con el gobierno o en su contra, no ayuda en la construcción del acuerdo político, no le gusta la crítica, no tolera, ni incluye a ciertos grupos sociales y, por si fuera poco, es poco proclive a la transparencia y rendición de cuentas.

La perspectiva de que la actual administración mantenga su táctica de la cultura del miedo y se aproxime al terrorismo de Estado aún está lejos. Empero ha dado ciertas señales difusas y preocupantes, tales como su insistencia en obtener los datos biométricos de la población, lograr el registro de las personas mayores de 18 años al Sistema de Administración Tributaria o emitir una lista de “Quién es quién en las mentiras de la semana” que son nombres de periodistas y medios que aparecen los miércoles en las conferencias mañaneras. Lo cual es preocupante.

La cultura del miedo fácilmente puede transformarse en cultura del temor si desde el Palacio Nacional insisten en señalar sin pruebas a personas e instituciones. De ahí que los matices de una y otra acepción deben ser permanente observados y nos corresponde como analistas y editorialistas señalarlos con el único fin de coadyuvar con la sociedad y el gobierno a fin de que no nos aproximemos, ni de chiste, al terrorismo de Estado.

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