Por Jesús Michel Narváez
Quien menos puede hablar de austeridad republicana, porque a no ser de estar en Palacio Nacional, en un súper departamento de 300 metros cuadrados que tiene que ver con el reducido espacio en el que vivió Juárez, es el presidente López.
¿Cuánto cuesta mantenerlo en el oropelesco espacio que tiene vista al jardín de la Emperatriz de Palacio Nacional?
Clama: “Es un asunto escandaloso, en efecto, aun cuando se trata de un acto privado, pues los asuntos públicos en México son cada vez más públicos, se sabe más de asuntos o eventos privados, antes no se conocía nada, había mucho derroche, pero todo se silenciaba. Ahora no, por eso hay que recomendarles a los servidores públicos que actúen con moderación, austeridad y que sigan el ejemplo de Juárez quien decía que el servidor público debería aprender a vivir en la justa medianía”.
Y sin que sea servidor público y por tanto no está obligado a guardar la francisca austeridad, López cuestionó la amistad de Santiago Nieto con Juan Francisco Ealy Ortiz, propietario de El Universal, al que calificó de adversario señaló que es un “lazo incorrecto”.
Ante el escándalo, el señor Santiago Nieto está obligado a renunciar. Claro, si le queda un poquitín de dignidad. Ser exhibido como un ostentoso neoliberal y tener a su cargo la Unidad de Inteligencia Financiera para entambar a los riquillos que evaden impuestos o a los corruptos, lo coloca en una penosa situación. ¡Dignidad, dónde estás!
Habla de que los 35 mil dólares presuntamente propiedad del director del diario, son “como seis meses de mi sueldo”. ¿Y? si el presidente ya no es aspiracionista porque llegó a donde quería, es su problema, no el de los demás.
Meterse con la vida privada de otros, supone que permitirá que se metan en la suya. Y que llamen a su hijo “Chocoflán” o a su esposa “Brujilda”. Por lo menos en Twitter, Instagram y Facebook, se repiten los apodos.
Y él, en su momento, salió en defensa de su familia: el pleito es conmigo…
Un hombre que es capaz de “irritarse” -de dientes para afuera- por la ostentación de los fifís y que nada dice del actuar de sus hijos, que son conocidos en el mundo, en el globo terráqueo, como multimillonarios sin haber trabajado un solo día -y si lo hicieron, quisiéramos conocer sus números de seguridad social (IMSS) o del (ISSSTE) no tiene derecho de llamar adversarios -sinónimo de enemigos- a quienes han amasado fortunas.
Si al presidente le gusta que sus trajes los corte el sastre de Ecatepec, muy su gusto. Si aborrece ir a restaurantes y solamente acude a uno de sus amigos -El Cardenal- para festejar el cumpleaños de su esposa, es su problema. Si lo invitan a fiestas y ceremonias -por compromiso, no por agrado- y no acude porque no asiste, allá él.
Y si demuestra que con su salario puede rentar un departamento en Palacio Nacional, porque decidió abrir Los Pinos, la casa presidencial construida por Lázaro Cárdenas para no vivir en el Castillo de Chapultepec, que nos enseñe los recibos del casero.
No, no vive en la austeridad que les exige a los servidores públicos. Vive en la opulencia, rodeado de “serviles de la nación”, prestos a atender el mínimo capricho que le venga en gana.
A Santiago Nieto ya lo etiquetó. Y con Juan Francisco Ealy, recompró el boleto para mantener la ruta de la crítica periodística.
¡Hay presidente con disentería verbal!
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