
El regreso del papa este domingo al Vaticano, después de 38 días ingresado en el Policlínico Gemelli de Roma por una grave infección respiratoria, marca una nueva fase en su pontificado, en la que Francisco, tan aficionado a la cercanía de los fieles y trabajador extenuante, deberá cambiar muchos hábitos.
En ese tiempo, el pontífice, de 88 años y que durante su hospitalización sufrió dos crisis en las que “su vida estuvo en peligro”, tendrá que continuar con su tratamiento farmacológico y las terapias motora y respiratoria, deberá seguir usando el oxígeno y también guardar reposo, alejado del contacto estrecho con la gente.
La decisión de los médicos llega tras dos semanas de mejora estable, prácticamente desde que los médicos levantaron el diagnostico reservado al considerar que su vida ya no corría “peligro inminente” y después de dos graves crisis que le pusieron al borde de la muerte.