
Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Siguió el guion de su jefe. Aceptó un empleo que, cuentan quienes lo conocen, terminaría por catapultarlo en el mundo financiero, en donde ya era conocido ampliamente por el acertado manejo de diversos fondos.
Llegó en 2021 y era el bateador que no quería el tercer strike.
Sin embargo, ¿lo poncharon o se ponchó intencionalmente?
Como fuere, el sucesor ya pintó su raya y, al ser confirmado como nuevo secretario de Hacienda, Edgar Amador -con una inhabilitación no desmentida-, expresó: «La estabilidad macroeconómica, el crecimiento y el bienestar de nuestra población dependen de una política fiscal responsable”.
¿Acaso la de Rogelio Ramírez de la O no hubo responsabilidad fiscal?
Su salida, además de no generar sorpresa, ha sido utilizada para “ponerlo en su lugar” y hay un señalamiento que no debe soslayarse: el endeudamiento y la falta de carácter para decirle al presidente, su jefe, “NO”.
Los expertos en finanzas han apuntado que la gestión de Ramírez de la O, fue deficiente lo que generó el mayor déficit más elevado en las últimas dos décadas.
Ah, mientras estuvo en el cargo los analistas lo elogiaban y recordaban su currículum en el que se mostraba su eficiencia en el manejo de finanzas… ¡privadas!
Manejar los recursos públicos de un país como México, sobre todo, no es tarea fácil si se carece de carácter. Recordar la frase de Luis Echeverría en funciones de presidente de la República, no es ocioso: “Las finanzas se manejan en Palacio Nacional”.
Y no, no se refería a que el ala norte del virreinal inmueble se ubican las oficinas centrales de la Secretaría de Hacienda.
La frase estaba dirigida a la Silla Presidencial. Porque él decidía todo. Sin Banco Central autónomo, ordenaba imprimir billetes para regalar dinero a los pobres. Su escolta personal, conocido como “El Junior” cargaba el maletín metálico con los dineros que serán entregados a quienes, ciertamente, lo necesitaban.
El sucesor, recibió el beneplácito legislativo para ocupar el cargo y en su primer mensaje como titular de Hacienda dejó entrever lo que antes no se miraba:
Impulsar un gasto público más eficiente y continuidad en la gestión de la cartera ante las adversidades y los vientos en contra que acechan a la economía del país.
No se quedó ahí y apuntó: “La estabilidad macroeconómica, el crecimiento y el bienestar de nuestra población dependen de una política fiscal responsable, de una administración eficiente de los recursos públicos y de una estrategia de desarrollo clara y coherente que nos permita sortear con éxito los retos internos y externos”.
Como cada funcionario que acepta el cargo en cualquiera de las carteras del gabinete presidencial, Amador “descubrió” el agua tibia y el hilo negro, porque solamente quienes manejaron las finanzas públicas estimaban sus gestiones de “excelencia” y con excepción de Carlos Urzúa, quien renunció por no estar de acuerdo con su jefe, los otros dos accedieron a todas y cada una de las barbaridades financieras que exigió el presidente López.
Por ello, la deuda creció exponencialmente y la pobreza, aunque se diga que el Banco Mundial reconoce que 9 millones de personas abandonaron el decil más bajo, el Coneval “tiene otros datos”,
La economía se estancó “por culpa de la pandemia”, afirmaron las voces del oficialismo sin admitir jamás el derroche de recursos en las obras faraónicas que no han retornado un solo centavo de la inversión.
Ya está en la oficina del “señor secretario” y a partir de este momento todo lo bueno o malo que le ocurran a las finanzas públicas, serán su responsabilidad.
Su designación, sin embargo, no ha tenido la repercusión positiva que se esperaba y, ya desde ahora hay quienes opinan que su estancia es de corto plazo para dejar el cargo a la secretaria de Energía.
Bueno, eso dicen los que no quieren a Edgar Amador.
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