
Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Caer en todos, pero todos, los índices que miden corrupción, seguridad, sistema de salud, educación, libertad de expresión, economía, entre otros, no es para celebrarse sino para alarmarse.
Organizaciones “neoliberales y fifís”, han considerado que la democracia en México se encuentra en riesgo.
Por supuesto, no es novedad para los mexicanos.
Para el gobierno, las mediciones están equivocadas y, prueba de ello, argumenta, es la creciente popularidad de la presidenta Claudia Sheinbaum, que, según los demoscopistas oficialistas, alcanza ya el 84 por ciento en su quinto mes de mandataria.
En este espacio hemos repetido hasta el cansancio que la popularidad nada tiene que ver con el buen gobierno.
La miopía política, es más clara que el agua cristalina y santificada.
Solamente en el círculo de vasallos con que cuenta el Poder Ejecutivo, incluye al Legislativo y a partir de junio el Judicial federal, celebra los éxitos conseguidos hasta ahora.
El Fiestón a cargo del erario público -aunque provenga de las prerrogativas de Morena, es dinero de los impuestos- de ayer confirmó que la gobernanza del pasado mediato y el presente, es la plaza pública, en donde miles de acarreados, que lo son, aunque no les agrade el calificativo, siguen al pie de la letra el guion escrito en tabasqueño y por el tabasqueño.
La presidenta aseguró que Estados Unidos acordó “levantar los aranceles”, cuando la versión oficial de la Casa Blanca es “prórroga” por un mes más y no solo para México sino también para Canadá.
Argumenta que el presidente Trump confirmó que a partir de abril su gobierno aplicará aranceles recíprocos a todos los países que cobren impuestos a los artículos y productos agropecuarios exportados por Estados Unidos.
Nosotros, dice la presidenta mexicana, no estamos en ese renglón porque no cobramos aranceles
por estar en el tratado comercial desde hace 30 años.
Los aranceles que aplicará el nada buen vecino del norte, ya quedaron sumamente claros, no será a las exportaciones de artículos, manufacturas o agroalimentarios, que se encuentren listados en el T-MEC.
De acuerdo con informaciones no desmentidas, hay miles de empresas, grandes, medianas y sobre todo de las pymes, que exportan sus producciones -de lo que fuere- no contemplados en el tratado comercial y lo hacen porque sus consumidores pagan los precios que se fijan en México. No compiten con otros proveedores y, sus ganancias, son sustanciales, aunque se vean obligados a pagar los aranceles en Estados Unidos.
Existen probablemente cientos de productos que no fueron incorporados al T-MEC y que salen del país para surtir demanda.
Concediendo sin aceptar que durante el diálogo sostenido la semana pasada con el presidente Trump se haya llegado al acuerdo de no imponer ningún arancel, resulta prematuro afirmarlo. Si no está por escrito, las órdenes ejecutivas surtirán efecto y eso es la realidad.
La plaza pública, la votación a mano alzada, el aplauso fácil, el reconocimiento por ignorancia, no generan la gobernanza que requiere el país.
Ah, eso sí, reconocer que se actúa con prontitud en el decomiso de fentanilo y otras drogas, además de someter a la justicia a diversos criminales, entre los entregados gratuitamente, habla de que en el pasado gobierno nada se hizo a excepción de proteger a los narcos.
Veremos si el 2 de abril hay ratificación de aranceles y la versión triunfalista de la mexicana tiene sustento.
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