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Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Seguramente al presidente Trump ya se le colgó el alemán al cuello.
Solamente eso explicaría que, en concordancia con el gobierno de México, culpe a los otros presidentes, otros negociadores, otros políticos de las desgracias comerciales en las que vive Estados Unidos.
Trump renegoció personalmente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y hasta el nombre le cambió por el de T-MEC.
La nueva figura del acuerdo comercial fue supervisada, personalmente, por el nuevo residente de la Casa Blanca, quien poco antes había sostenido que era el peor tratado comercial que Estados Unidos había firmado y, como es su costumbre, amenazó con cancelarlo.
Consultado sobre si se impondrán aranceles a productos canadienses y mexicanos cuando termine el plazo de una pausa en esas medidas la próxima semana, reiteró su opinión de que Estados Unidos ha sido maltratado por sus vecinos y aliados.
“Y ni siquiera estoy culpando a los otros países que hicieron esto. Culpo a nuestros líderes por permitir que esto sucediera. Quiero decir, ¿saben quién puede culparlos si hicieron estos grandes acuerdos con los Estados Unidos, se aprovecharon de los Estados Unidos en la manufactura, en casi todo, en cada aspecto que uno pueda imaginar que aprovecharon?
“Miro algunos de estos acuerdos, los leo por la noche y digo, ¿quién diría algo así? Así que los aranceles seguirán adelante. Sí. Y vamos a recuperar mucho territorio. Vamos a… todo lo que queremos es reciprocidad. Queremos reciprocidad. Queremos tener lo mismo. Así que, si alguien nos cobra, le cobramos. Es muy simple”.
¿Senilidad?… ¿amnesia?…
No lo sé.
Sin embargo, es imposible olvidar lo ocurrido en la renegociación que, a duras penas, se aprobó ya sin la intervención del entonces gobierno de Peña Nieto. El que había ganado las elecciones nombró a Jesús Seade, en ese entonces subsecretario para América del Norte, para encabezar la delegación mexicana que, por cierto, realizó cambios profundos a la redacción y los negociadores de Trump y el mismo presidente, aceptaron. La firma realizada en Washington, fue celebrada por el republicano que, incluso, señaló se tiene un excelente acuerdo.
Luego, entonces, ¿a quién culpa?
Porque los tiempos en los que gobernaba Richard Nixon están tan lejos como los hospitales de Dinamarca de México.
Y si en aquel entonces los mexicanos sacaron provecho, debió ser por el talento maquiavélico de Carlos Salinas de Gortari.
Si hoy culpa a los “líderes del pasado”, Trump se contagió de los “ideales” de la cuatroté y, eso, ciertamente, es sumamente grave.
Por cierto, hay que revivir a Seade, quien desde 2021 se desempeña como embajador extraordinario y plenipotenciario, porque probablemente ha sido el gran negociador para que lleguen productos y artículos de China y, ahora que el conflicto comercial entre México y Canadá con Estados Unidos, no se sabe qué hace en Pekín, además de recorrer constantemente la Muralla China.
Es una copia de Esteban Moctezuma Barragán, quien por cierto se “sacrificará” el tiempo que “decida la doctora Sheinbaum” como embajador en Estados Unidos.
Ambos personajes, al que hay que sumar a Carlos Joaquín González, no parece hayan enviado información de cómo se desarrollan las políticas internas de cada uno de los países en los que representan a México.
Moctezuma no tenía la más remota idea del triunfo de Trump; Seade no sabía de la irritación de Estados Unidos, no de ahora sino desde hace una década y Joaquín suponía que Justin Trudeau permanecería un periodo más como primer ministro de Canadá.
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