Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
El hurto de los recursos de los trabajadores con el argumento de que el dinero se utilizará en la construcción de un millón de vivienda, tiene la vertiente de ser contrario a la lógica. Porque sería el gobierno el que la construyera con recursos que no provienen de los impuestos sino de los ahorros.
La iniciativa de la presidenta Claudia Sheinbaum para reformar la Ley del Infonavit muestra autoritarismo y otorga el disfraz para que desde el escritorio de Octavio Romero se deteriore el fondo constituido con recursos privados, que eso son de los que dispone “por estar ociosamente guardados”.
No es dinero que pueda utilizar a su libre albedrío ningún gobierno que se pronuncia por proteger a las clases sociales menos beneficiadas. Construir palomares, como aquellos con los que inició sus operaciones el organismo legalmente constituido con el esquema de gobierno interior de manera tripartita, con la participación paritaria del gobierno, los patrones y los trabajadores, es un fraude mayúsculo, que se convertiría en robo “legalizado” y cuyo resultado será la pérdida de lo que el trabajador decidió ahorrar para su futuro y tomar sus propias decisiones con sus aportaciones que, legalmente, son intocables… o eran.
La peregrina idea de utilizar 2 billones 400 mil millones de pesos para cumplir el compromiso de campaña de edificar un millón de viviendas durante el sexenio, alarmó a los sindicatos, provocó el silencio mayoritario del sector patronal y alagó la vanidad de quien emitió la iniciativa y la defiende con el argumento de que “el dinero de los trabajadores está garantizado”
¿Con qué se garantizan?
Quizá entregando a los trabajadores Cetes por el monto de su ahorro.
Una solución pragmática que podría garantizar el guardadito del empleado y el empleador, no así el del gobierno.
El silencio general, pero notoriamente del Consejo Coordinador Empresarial sobre las consecuencias que trae aparejadas en la iniciativa de reforma, es condenable. Parecería que Francisco Cervantes, poseedor del cargo de presidente de la cúpula del sector privado, decidió per sé callar, dejar pasar y esperar que el gobierno federal le otorgue un premio de consolación por ser aliado del proyecto que hará “realidad la esperanza de México”.
Los sindicatos y las centrales obreras, cuyo peso está más devaluado que el argentino -porque el mexicano se defiende- salieron del ostracismo y ya hicieron público el posicionamiento: no a la reforma.
Evidentemente los viejos llamados líderes de las CTM, la CROM, la CROC, entran al juego de los reclamos, pero su fuerza, aquella que alguna vez tuvieron y anunciaban el paro nacional y lo concretaban, no existe más. No es obra de la malévola cuatroté. Los gobiernos del PRI y PAN, coadyuvaron al debilitamiento y hoy la pulverización de las centrales obreras es una realidad absoluta. El que podría ser heredero de la fuerza laboral tiene nombre y apellido: Napoleón Gómez Urrutia con el respaldo de Francisco Hernández Juárez.
En charla con el diputado Rubén Moreira, surgió un análisis sereno y objetivo: qué pasa si el trabajador pregunta ¿por qué mi dinero está invertido en un palomar? Yo quiero mi crédito para comprar una casa que tenga tres recámaras, dos baños y un jardín, aunque sea pequeño.
El ahorrador construye en sueños su ideal para invertir. Hay quienes prefieren comprar una camioneta y otros poner un negocio y los más, tener su casa propia. Pero no una que sea igual a la de un millón de vecinos.
Es lógico que la presidenta quiera cumplir su compromiso de construir un millón de viviendas. Lo ilógico es que use los recursos que no son del Estado, sino de los trabajadores.
De concretarse la reforma en los términos planteados, si bien les va, los trabajadores serán propietarios a medias -porque saldrán debiendo- de un espacio que tendrán que compartir cual si se tratara de un régimen comunista. Si aquel no tiene donde vivir y tu tienes dos recámaras y usas una, acéptalo como invitado.
Señora presidenta: la justicia y la búsqueda de la igualdad no se logra saqueando los recursos de los trabajadores.
¿Por qué no le pide aportaciones a los ricos que tienen de sobra?
La reforma del Infonavit, de aprobarse, se convertirá en un bumerang con efectos irreversibles.
Usar el sentido común, usar la lógica y entender que el gobierno, que no el Estado, no es dueño de vidas, libertades y dinero de los gobernados, no debe ser difícil para una científica cuyo cerebro desmenuza y evalúa antes de juntar dos elementos químicos.
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