Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Seguramente Alberto Pérez Dayán dormirá tranquilo. Podrá decirle al mundo que se apegó a derecho. Y le dirá a quien convenga a sus intereses “misión cumplida”.
El abandono a sus que eran pares, provocó el desechamiento del proyecto elaborado por el ministro Juan Luis Alcántara Carranca y en el que se proponía invalidar parte de la reforma judicial aprobada, con el voto del senador Miguel Ángel Yunes Márquez, quien se convirtió en el “héroe” del que ¿se fue?, la presidenta Sheinbaum y le otorgó a Adán Augusto López el liderazgo de las “negociaciones difíciles”.
El cambio de bando ejercido por Pérez Dayán imposibilitó sumar los 8 votos necesarios para declarar inconstitucional parte de la reforma judicial.
Y dejó a México, país, y a 60 millones de mexicanos que no votaron por Morena que derraman lágrimas por la impotencia para frenar la concentración de poder y desaparecer la separación de poderes que específicamente señala la Constitución en la primera del artículo 49 y que no ha sido reformado y textualmente dice: El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Hoy se contraviene en práctica, el segundo párrafo del 49, se convierte en letra muerta, aunque formalmente prevalezca. No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo 29. En ningún otro caso, salvo lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 131, se otorgarán facultades extraordinarias para legislar.
Nadie con no dos dedos, uno solo en la frente, ignoraría la concentración de los poderes en la figura de la presidenta de la República, quien cumplió a pie juntillas el sueño de su mentor: controlar todo para destruir todo y comenzar de cero.
Quienes comenzaron a derramar lágrimas son aquellos que cómodamente se quedaron en casa, acudieron a mirar un partido de futbol o se reunieron a comer entre familia o con amigos y decidieron ¡NO VOTAR!
La apatía ganó. No la candidata oficialista.
Controlado desde el inicio del pasado gobierno, el Legislativo sirvió para allanar el camino en las reformas constitucionales y legales que, fueron, por cierto, la cerilla que encendió la mecha del que ¿se fue? al ser declaradas inconstitucionales y comenzó la planeación para quitar el dique que impidió que sus ambiciones fueron colmadas con los triunfos porque, el pueblo bueno, le dio la legitimidad para hacer lo que le viniera en gana.
No le alcanzó el tiempo, pero sí lo hizo su sucesor.
Si alguien supone que Pérez Dayán como Yunes Márquez son los héroes que “nos dan la nueva patria”, pronto est5arán arrepentidos y se darán cuenta que era mejor la patria vieja, con todo y sus desencuentros con la honestidad, la honrades y la cercanía con los ciudadanos.
Sin pretender juzgar las acciones del senador plurinominal y del ministro que ya presentó su renuncia al cargo, hay la impresión de que a ambos les pisaron la larga cola que les creció durante sus vidas, política y de administrar la justicia respectivamente.
Es martes negro, no solo para México, su Poder Judicial y la justicia, sino para los estadounidenses que, al cierre de esta entrega, Donald Trump llevaba ventaja en los conteos primarios de las elecciones que, de ser reconocidas y avaladas por el Consejo Electoral, permitirá el regreso a la Casa Blanca y la residencia albergará a un personaje que gusta de violar la ley y pisotear la Constitución.
En martes ni te cases ni te embarques, dice el popular refrán.
Nos embarcaron a ¡TODOS!
Y todos, menos los que detenten el poder, crearán bravas corrientes con las lágrimas que derramarán más pronto que tarde.
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