Los vehículos eléctricos chinos (VE) se están apoderando del mercado nacional de China, y pronto lo harán del mundo entero, escribe Robin Hardind de ‘Financial Times’. El auge de los VE chinos ya hizo que el fabricante Volkswagen decidiera cerrar plantas en Alemania y despedir a decenas de miles de trabajadores, y eso es solo el principio, augura.
«Los reconocidos productores de automóviles prometen reducir costos, mendigan subvenciones, exigen aranceles —que la UE acaba de imponer— y tratan de aferrarse al motor de combustión interna. Si la intención es preservar el empleo industrial, estos esfuerzos están condenados al fracaso», reporta el autor, alegando la imposición de los elevados aranceles a los VE chinos en Europa en el marco de la guerra comercial de Bruselas contra Pekín.
En sus palabras, un automóvil eléctrico es «una batería sobre ruedas», y su cadena de producción es más sencilla porque la mayor parte del costo reside en la batería, que es química y no mecánica. Mientras tanto, la fabricación de productos químicos y eléctricos básicos es «lo que China está haciendo muy bien», añade Hardind.
De acuerdo con el columnista, aunque los competidores extranjeros «están con razón descontentos» con las subvenciones que reciben los fabricantes de automóviles chinos, los asiáticos «serían competidores formidables incluso sin ellas», ya que China tiene «capital barato, márgenes de explotación bajos y mucha mano de obra técnica disponible».
Según el autor, ni siquiera los aranceles impuestos a los fabricantes chinos de automóviles ayudarán a los productores de otros países, ya que protegen el mercado interior de importadores netos como Estados Unidos o el Reino Unido, pero «no servirán de nada» a la industria de Alemania, Japón o Corea del Sur.
Por su parte, los países con un importante poder adquisitivo, pero sin industria automovilística propia —como Australia o Arabia Saudita— «no tienen motivos para imponer aranceles a los automóviles y menos aún para adoptar aranceles discriminatorios contra China», opina.
El autor citó el ejemplo de los paneles solares, que Europa subvencionó mientras imponía aranceles a los paneles solares chinos entre 2013 y 2018, un período en el que «gran parte» de la industria del sector solar europeo «quebró».
«Para seguir en el juego, hay que ser algo competitivo. Ni las subvenciones ni los aranceles cambian la realidad en industria», señala.
En cuanto a la idea de seguir invirtiendo en el desarrollo de motores de combustión interna, dada la inevitable transición a los vehículos eléctricos, «retrasar [la transición para los fabricantes occidentales] simplemente nos llevará a quedarnos más rezagados», recalcó.
Incluso «si vamos en la otra dirección» —como hace Estados Unidos subvencionando la producción de los VE y las nuevas plantas de baterías— resulta que «una cosa es poner en marcha una industria y otra muy distinta, mantenerla si un competidor tiene costos más bajos», subraya.
«Ahora mismo parece un triunfo de la política industrial. Dentro de cinco años, este plan puede no parecer tan inteligente», advierte el columnista.
Por otro lado, continúa el periodista, suponiendo que la futura fuente de mayor plusvalía de los vehículos eléctricos sea su software, también en este aspecto los fabricantes como Volkswagen o Toyota se van a desilusionar, ya que «aunque triunfen, no ayudará necesariamente a sus fábricas».
«China también pasará a ser un competidor feroz en software. Esto será doloroso para Volkswagen y sus homólogos (…) Los VE chinos dejan a otros fabricantes de automóviles solo con malas opciones», concluye. Sputnik