El que se Enoja Pierde, el que Traiciona Muere

 

POR ULISES CORONA*

 

Es común que en política no existan lealtades completas, no hay almas sin dueño, y virtudes sin precio. Todo se consigue con argumentos, vence el que convence, pero también el que puede comprar, todo tiene un costo y siempre habrá alguien dispuesto a obtenerlo todo, casi todo. Salvo la salud y la misma vida, se tiene siempre una relación de costo beneficio, sin importar vicios o virtudes, triste verdad, lamentable circunstancia.

 

La política no conoce de moralidad, sólo de resultados. Se es eficiente si se resuelve, si se concretan resultados, los medios son puntos suspensivos -lucidez de Maquiavelo- mejor no me enojo para no dañar mi imagen, ni mi hígado y menos futuro que convenga.

 

Se enoja quien no advierte traición o ruptura, quien no sabe visualizar resultados, quien deja todo a lo fortuito, y quien no supone plan b, c, o d… pierde doblemente, al momento de enojarse y al momento de reconciliarse; el político en su naturaleza sabe bien que no tiene mayor alternativa, que ser somero, austero o por lo menos sincero. Muchos entripados de políticos porque ven diferente el concepto de democracia, unos lo acercan en demasía al pueblo y otros lo clasifican en cercana tirana, la política no se mese para convencer a todos y es pláceme de cada quien, es voluntad mayoritaria, y siempre consensuada que incluya a las muy importantes minorías.

 

Se enojan porque:

-Creen tener la verdad absoluta.

-Suponen tener la única verdad.

-No conocen más que su versión de verdad.

-No consideran que existan otras alternativas.

-Califican de ignorantes quien no piensa igual a estos.

-Su grandilocuencia no les permite entender que no pueden comprender otra alternativa.

 

Al final de cuentas el estado de cerrazón en la discusión pública de la política, siempre tiene que atender el consentimiento mayormente mayoritario; y la tarea del buen político cuando lo es (sin que importe genero), se trata del convencimiento vía el mejor argumento, verdad científica, razonadamente lógica que no pueda dejar dudas contra cualquier debate estéril.

 

Después de esto, sólo la diversa forma de manipulación y otras desviaciones del convencimiento pueden ganar, comprar conciencias.

 

Cuando así pasa, no se desvirtúa la ciencia de la política, también el ser social político, hombre o mujer que practique este arte y que no repare en la ética de la naturaleza del conocimiento social. Es decir, el político que se enoja perderá una primera vez y después siempre estará destinado a ello.

 

Si bien esto es de considerar si algo podría sumarse al político sin causa, es aquel que traiciona a sus seguidores, a su palabra, a su estructura ideológica y con ello a sí mismo.

 

La traición como practica bíblicamente histórica, siempre existe en la naturaleza del hombre y es tarea de lucha diaria, sin que este justificada, se da por:

-Primero por la carencia de alternativas.

-La incapacidad de búsqueda de otras soluciones o respuestas a la coyuntura.

-También la carencia de fortaleza personal.

-Conveniencia económica o de cualquier forma de acomodo.

-Carencia de racionalidad neurofisiológica.

-Soledad y desgano de no tener camino.

 

La traición en política siempre marca camino y diferencia un antes de y un después de esta traición, permite saber hasta donde se cuenta y con quién se cuenta, no hay traición pactada (amén de discutir la de Judas y las revelaciones en su evangelio apócrifo), no hay traición pequeña o grande, únicamente se da y con esta la dimensión de su consecuencia.

 

Una vez dada, todo cambia, todo se transforma; nada vuelve a ser igual, el perdón es un alfiler que no suelda ni pega. Por ello en política quien se enoja pierde, pero quien traiciona, poco a poco muere.

Académico Universitario*

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