Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Textualmente nunca lo dijo, pero el contenido de su explicación, hizo que la frase se le atribuyera.
Maquiavelo expresó:
“En las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos; porque el vulgo se deja engañar por las apariencias y por el éxito; y en el mundo sólo hay vulgo, ya que las minorías no cuentan sino cuando las mayorías no tienen donde apoyarse”.
Andrés Manuel López admitió:
“(…) hay que optar entre los inconvenientes” porque en la política “los medios son fines”.
Reconoce el “diálogo” sostenido entre el coordinador de la bancada de Morena en el Senado con Miguel Ángel Yunes Márquez.
Entre parlamentarios se busca el diálogo para concretar acciones, es el argumento presidencial.
Por supuesto que la política es el arte de dialogar… cuando quienes la ejercen son profesionales.
Los improvisados con poder solamente tienen dos herramientas para convencer y vencer: los cañonazos económicos o las amenazas que surgen de las carpetas de investigación que están en poder de las fiscalías estatales y de la General de la República.
¿Con cuál arma convenció Adán Augusto a Yunes Márquez?
Si los medios se aceptan para obtener los fines, entonces el presidente tiene razón en combatir la corrupción.
Y, sin embargo, ¿cómo se llamaría el uso de los medios para conseguir los fines?
Sería discutible si la respuesta fuera con argumentos, con datos furos, con elementos que demuestren el beneficio de la acción.
Aceptar que todo es justificable para alcanzar la meta, no tiene sustento moral, como lo presume el huésped temporal de Palacio Nacional.
Haber comprado, cooptado, amenazado o cualquier situación que se asemeje, el voto de Yunes Márquez, es una marranada.
Las consecuencias serán no solamente que los “ricos, los fifís, los delincuentes de cuello blanco” encuentren la barrera para obtener algún amparo -si sobrevive de cualquier forma- sino los pobres, los émulos del jorobado de París, porque no tendrán cómo defenderse del poder.
Y más: quienes aprobaron y celebraron la victoria, no entienden que también ellos y ellas estarán en la mira de la “justicia pronta y expedita” y se hará realidad la frasecita: “nosotros no somos tapadera de nadie”.
La decisión “mayoritaria”, construida de manera ficticia y con el avala de las autoridades electorales que antepusieron la obediencia ciega al cumplimiento de su responsabilidad constitucional, los alcanzara algún día no muy lejano.
El cinismo del que pasará a la historia como el “traidor” que derribó el estado de derecho y colocó al gobierno actual y el que vienes, sino es “los”, en el camino deseado por el que defiende su calidad moral pero acepta utilizar todos los medios para conseguir su objetivo.
Y recordar el refrán popular -lleno de sabiduría- el que traiciona una vez, traiciona siempre. No es ocioso.
La duda es saber quién traicionó a quién.
Sea quien fuere, el traicionado es el PAÍS, la REPÚBLICA, LA NACIÓN.
Porque para eso se utilizaron los medios para conseguir los fines.
¡Qué bueno que se va!
¡Qué malo que lo haga dejando en cenizas el país que desgobernó!
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