Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Reunión a puerta cerrada entre cuatro protagonistas de la política mexicana. La sede: Palacio Nacional.
A ciencia cierta nadie sabe de lo que se habló, los acuerdos, las líneas tiradas desde la Silla Presidencial y como escuchas la sucesora, el transexenal secretario de Hacienda y el longevo -por el tiempo que lleva en el Poder Legislativo- congresista que pasará de ser coordinador de Morena en el Senado al mismo cargo en la Cámara de Diputados.
Dos asuntos, por lo menos dados a conocer por el congresista Ricardo Monreal, son sumamente relevantes: la calma con la que se examinará la reforma del Poder Judicial y la reforma electoral ha sido desechada.
En el primero de los casos es de suponerse que la sucesora presidenta, toma el problema como propio. No es para menos. A ella le tocará remar contracorriente a partir del uno de octubre y no parece tener la fortaleza física para remontar río arriba. Las posturas de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá -los embajadores representan a sus países y gobiernos, no a sí mismos-, la crisis en el Poder Judicial, en donde todos los niveles de la administración de justicia han cerrado filas para que se modifiquen algunos puntos espinosos, como el de elegir a los ministros, magistrados y jueces federales, seguidos por el poder judicial de los estados. En ese contexto, el gremio se opone abiertamente a la elección de personal que no tenga la carrera judicial, indispensable para convertirse en juzgador y, más aún. El paro laboral de los 55 mil trabajadores y la denuncia de mil 100 jueces ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por las consecuencias de la reforma, quizá fueron argumentos utilizados por la presidente electa para modificar la fecha de aprobación de la reforma judicial.
El resto de las modificaciones propuestas no son vistas con malos ojos por parte de los mil 700 jueces federales, otro tanto de magistrados e incluso por los mismos 11 ministros.
En el segundo caso, el asunto no queda claro.
La reforma electoral conllevaría, de haberse dictaminado y preparado el terreno para aprobarla en septiembre -como otro regalo de cumpleaños al señor López- la desaparición del Instituto Nacional Electoral que pasaría a ser parte de la Secretaría de Gobernación; eliminaría todos los órganos electorales estatales, desaparecería la figura de diputados plurinominales, dejando sin representación a las minorías, entre otros asuntos importantes, pero menos destacables.
Desechar una iniciativa, en el lenguaje legislativo, es arrojarla a la basura y hay razones diferentes: no ser dictaminada en tiempo y forma, que es el caso de la propuesta presidencial, aunque contaba con los votos en comisiones; que al votarse en el Pleno no alcance la mayoría simple o bien que sea retirada por el proponente.
Sorprende que una reforma que importa muchísimo al huésped temporal de Palacio Nacional, haya sido desecha más cuando ya sabe que en la próxima legislatura, cuando menos en la Cámara de origen, la de diputados, tiene la mayoría calificada. Y quienes la conformaran, los oficialistas, están subyugados y habrían aceptado respaldarla si cambiar una coma o un punto.
La hipótesis a la que se puede llegar, es que la presidenta electa entiende que sin oposiciones no hay democracia.
Y no sería descubrimiento, porque el propio Monreal reveló que la reforma electoral será la que presente la presidenta electa cuando ya esté en funciones.
Del asunto que pudo haberse tratado con el secretario de Hacienda, hasta ahora se desconoce. Sin duda se abordó el déficit fiscal que, según datos de la dependencia, se mantendrá en 5.6 por ciento del PIB. En semanas pasadas, la entonces virtual presidenta y el titular de Hacienda habían proclamado que el déficit se reducirá a 3.5%.
Y por supuesto se debió hablar sobre el Paquete Económico de 2025, que le corresponde aprobar en su contenido a la presidenta en funciones. Y con la mayoría con la que cuenta en la Cámara de Diputados, será aprobado sin cambio alguno.
Para eso Rogelio Ramírez de la O no requerirá cabildear nada. Ese sí es arroz cocido.
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