Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Al llegar los resultados y saberse ganador de su tercera incursión electoral para convertirse en el Jefe del Ejecutivo Federal, las expresiones fueron sorprendentes: quiero ser el “MEJOR PRESIDENTE DE MÉXICO”.
Por supuesto, el sueño de serlo quedó en eso: sueño.
Nadie le regatea su “popularidad global”. Claro, nunca alcanzó el primer sitio en el podio y a lo más que llegó fue en segundo lugar. Hubo momentos en que lo desplazó, no sin sorpresa para millones de personas, por Javier Milei, el llamado “ultraderechista argentino” y a quien el huésped temporal (¿) de Palacio Nacional descalificó e incluso insultó a quienes lo eligieron al decirles que se equivocaron.
Ciertamente su actuación no pasará a la historia como para desplazar a Juárez. Estará en los libros que relaten los hechos a toro pasado y, si se cumpliera la máxima de Fidel Castro, será juzgado por la historia.
Más allá de lo que ocurra, porque la prospectiva no es una ciencia exacta y menos la lectura del tarot o de la bola de cristal, cuando afirma con “alegría” y afirma que Claudia, así sin título por delante ni apellido por detrás, “será la mejor presidenta del mundo”, se quedó con su sueño y ahora impulsa a su pupila para que se convierta en una Merkel, Thatcher, Bachelet, Indira o de perdida Kamala.
Debe ser difícil dejar de ser el centro del universo para irse a Palenque.
Dejar de estar bajo los reflectores. Abandonar el púlpito presidencial desde don pregona la calidad moral y política. No tener escoltas -porque las eliminó- mi tampoco pensión por el cargo desempeñado. Saber que no podrá pasar la charola a los riquillos para que le compren los boletos del avión nunca sorteado. Perder el contacto con el pueblo que “me quiere y lo quiero”. Ofender, lastimar, denigrar, acusar a quienes no comparten su proyecto y más. Todo debe pasar y no hay posibilidad legal de seguir en el poder.
Claro, está la mala copia del maximato. No son los tiempos y se habremos de creerle que es un demócrata, se alejará, de verdad, de la política.
Aunque ya fijo su posición: solo regresaré a Palacio Nacional si “mi presidenta me lo pide”.
No, no es fácil terminar la gestión y salir de la residencia oficial -Los Pinos pasaron a mejor vida o peor, vaya usted a saber- caminando, mirar al frente y no voltear hacia atrás… vaya ni siquiera de reojo.
Despojarse, hacerlo personalmente, del poder sin que se lo arrebate el enemigo, para quienes suponen pensar que son indispensables y “sin mí no hay Estado”, genera por regla general traumas.
Algunos personajes que plasman con sus plumas los hechos y convierten sus escritos en libros de lectura obligada, tampoco tendrán el camino fácil para describir los hechos. Se cuenta que la historia la escriben los vencedores. Aquí, el problema es que no hay victoria que presumir y si muchas doloras batallas perdidas.
Es posible que, con el paso de los meses, por lo que se advierte a mediano plazo, además de despertar del sueño, se encuentre con una pesadilla sin cerrar los ojos. Porque no se debe, no se puede descartar que el sucesor, aquí sucesora, implante su personal forma de gobernar, como bien lo explicó Daniel Cosío Villegas.
Y de ahí, al olvido. Cronos no perdona… es inexorable con sus decisiones.
Se acabó el sueño de ser…EL MEJOR PRESIDENTE DE MÉXICO.
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