Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Vivió para morir y no con las botas puestas. Lo sepultaron los que en su momento lo apoyaron, lo hicieron crecer, hasta que el caudillo lo abandonó. Le “quedaba chico el traje”.
Pasaron 35 años, cumplidos el 5 de mayo, y ya mostraba muestras de cansancio. Incluso, por momentos hospitalizado e intubado.
Sin dirigentes que pudieran ser llamados líderes, el Partido de la Revolución Democrática parece haber llegado a su fin.
Aquellos políticos cuajados, con experiencia obtenida mayoritariamente en el otrora poderoso PRI, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo González Guevara, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo, Amalia García entre otros, decidieron seguir otro rumbo y no precisamente en las izquierdas. De los mencionados, 4 se fueron y para siempre. Sus recuerdos, como los edificios mal construidos, se han olvidado. Prácticamente han desaparecido.
La ruptura con el hoy presidente saliente, ocasionó un cisma dentro del PRD que, en manos del grupo conocido como “los Chuchos” -Ortega y Zambrano-, no supo navegar con la corriente sino al contrario. Como los salones, solamente pescaban y dejaban ir a la militancia.
Su nacimiento fue arrollador. Fusionado en sus orígenes con los históricos dirigentes de las que durante décadas actuaron en la clandestinidad, llegó a ser la amenaza mayor para el gobierno de Carlos Salinas de Gortari quien ante los reclamos de los perredistas acuñó la frase: “no los oigo ni los veo”.
Sin la mesa de los “sabios”, difícilmente los que actuaban en la dirigencia supieron extender la red que atrapa a todos los inconformes con las acciones gubernamentales. Eran duros. Peleoneros callejeros. Su modus operandi era, casi, casi, como el de ahora: o estás conmigo o en mi contra y soltaban el descontón.
Reyertas con los contrarios, era su sello. El cambio al pacifismo, no ayudó.
Huérfano de padres, buscaron ser adoptados y finalmente lo consiguieron en 2021 cuando fueron partícipes de la formación del Frente Va por México.
Sin embargo, la alianza del aceite con el agua, no se fusionó. Cada elemento separado, perdió la esencia.
Desde 2018, se advertía cómo el desgaste avanzaba y condenaba a quienes todavía creían en su casi inexistente ideología, pero disfrutaban de las prerrogativas oficiales y los apoyos que sus pocos gobernadores y un buen número de presidentes municipales y diputados, federales y locales, otorgan a “su partido”.
La excavación para enterrar el féretro se hizo desde 2015, cuando Morena apareció en la arena política como partido con registro nacional y en esas elecciones ya obtuvo diputaciones federales que, ciertamente, fueron para aquellos que militaron en el “partido de las izquierdas”.
En cuestión de 6 años, la fuerza desapareció e hizo su presentación la temida parca que, en 2024, asestó veloces giros con la guadaña como hélice y, finalmente, cortó cabezas de quienes se negaron a escuchar que se acercaba y les daría muerte.
Esa muerte de la que nadie resucita.
Revisar los números de cada uno de los 300 distritos electorales, no le devolverá la vida, Jesús Zambrano y Ángel Ávila, suponen que sí.
“Nos daremos por vencidos”, claman sin darse cuenta de que quien los dejó en la lona fue el ciudadano, al que voltearon a mirar ni cuando el agua les llegaba al cuello y carecían de salvavidas.
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