Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Cuando no es la niña, es el niño. Paridad de género.
Pero ambos son terribles, aunque se les denomine como menores de edad.
Uno causa sequía. Otra, inundaciones.
En ambos casos, la humanidad pierde.
Por ello, el Acuerdo de París, fue adoptado por 196 Partes en la COP21 en París, el 12 de diciembre de 2015 y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. Este instrumento sustituyó el Protocolo de Kioto, aprobado en 1995, representa un compromiso global para frenar y tratar de impedir que los glaciares desaparezcan, suban las mareas o bien se congele parte del globo terráqueo y las sequías sean parte de la vida cotidiana.
Los 196 países firmantes del Acuerdo de París tienen el compromiso ineludible de contribuir en el esfuerzo global para reducir el consumo de combustibles fósiles a fin de frenar la generación de gases invernadero.
Sin que se considere un fracaso el Acuerdo, la realidad, la terca y cruda realidad, ha impedido avances significativos y, por el contrario, el calentamiento global avanza más rápido de lo esperado.
De acuerdo con el doctor Víctor Torres, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, México se encuentra ya en el top-ten de los países más contaminantes en el que se encuentran China, en primer lugar, seguido de la India y de Estados Unidos.
En nuestro país no existe una POLÍTICA DE ESTADO de ambiental y, como el académico, cada gobierno hace lo que quiere y no considera el respeto requerido para cooperar de manera global.
Y vaya que tiene razón.
Sin entrar en descalificaciones, porque en los últimos cinco lustros -una generación- los presidentes que han gobernado el país han sido proclives a no entender o no querer hacerlo, que sin árboles, manglares y selvas la consecuencia será: DESTRUCCIÓN del medio ambiente que tendrá un alto precio: la vida humana
Ahora que las temperaturas han aumentado de manera sorprendente en las 5 megalópolis que se han desarrollado en el norte, el centro y el Valle de México, surge la pregunta: ¿hay política de Estado en materia ambiental?
La respuesta es clara y la ofrece el académico: ¡NO!
En países llamados del primer mundo existen las políticas de Estado en diversas materias y no importa quien gobierno, demócrata o republicano; socialista o neoliberal; socialdemócrata o imperial. En las dictaduras abiertas o disfrazadas, se hace lo que la cabeza del poder decide.
Por ello conforman el poder económico global. Y aquellos que no entienden que sus gobiernos son pasajeros -y no del metro- y que no estarán más allá del tiempo que sus constituciones establezcan, no se han preocupado por diseñar una política de ESTADO en la materia y que tendría que ser respetada por los sucesores.
Baste referirse a las obras faraónicas del actual gobierno para corroborar que no hay respeto por el medio ambiente.
Para la construcción del Tren Maya se derribaron 7 millones de árboles, se afectaron 6 mil hectáreas de selva, se invadieron los cenotes para colocar columnas que sostienen las vías y su peso contaminando ríos subterráneos y dañando la flora y la fauna. Orondamente presume el huésped temporal de Palacio Nacional la construcción de 571 pasos superiores y bajo tierra para que la fauna cruce la zona ferroviaria.
Y afirma que “es la obra en este país que más cuidado ambiental tiene”. Sin embargo, los permisos de impacto ambiental se otorgaron, cómo no, sin estudios serios, denunciaron grupos de ambientalistas descalificados por el presidente López.
En la refinería Olmeca, se destruyeron más de 250 hectáreas de manglares.
Tiene razón el doctor Víctor Torres: cada gobierno hace lo que le viene en gana, porque, en efecto, no hay una política de estado en materia ambiental.
La niña y el niño se quedan chicos en sus daños al mirar lo que se hizo para realizar las obras “insignias” de la 4t.
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