Tercer y último debate presidencial con elusiones frente a números reales y Morfeo acechando

Tres aspirantes a gobernar México. Dos mujeres y dos caminos distintos. Un varón que hace un juego perverso en favor del continuismo y sí, con ofertas atractivas y, sin embargo, inviables.

Xóchitl Gálvez cedió espacios. Calló ante los temas de migración y de inseguridad.

Claudia Sheinbaum rehuyó admitir las realidades y se colocó como la creadora de un mundo alterno, en el que solamente caben las propuestas del presidente López Obrador y se excluye la participación de las oposiciones. Una mujer fría que supone tener la verdad absoluta y la defiende, sin razonamientos, solamente por la ambición de ser la primera presidenta del país.

Debate por momentos que provocó aburrimiento. La falta de argumentos ya no sólidos sino medianamente creíbles, cancelaron la oportunidad de saber en realidad qué proponen para sacar a México de las nueve crisis en la que ha generado el gobierno de la cuarta transformación.

Se diría y con razón que los ciudadanos se quedamos huérfanos de saber las novedades y cómo hacerla realidad.

Repetir lo que se ha escuchado, en el caso de Sheinbaum, durante tres años, no disipa dudas y no diseña un futuro. Más de lo mismo, con la narrativa de que todo está “requetebíén” y el renovado yoyismo de “cuando yo fui jefa de gobierno bajé los delitos de alto impacto, puse en marcha becas para los nuños que estudian en las escuelas públicas y recibimos la mayor inversión extranjera directa”, no conmovió a nadie.

El caso de Xóchitl dejó sembrada la duda de si es capaz de revertir las decisiones equivocadas emanadas desde Palacio Nacional y dejó de exponer proyectos concretos para avanzar en el cambio y se conformó con su slogan “yo sí sé cómo hacerlo”.

Para Máynez la oportunidad de aprovechar los vacíos se presentó y la aprovechó. Sus proyectos, sin novedad alguna y menos con caminos por andar ya pavimentados, fueron escuchados más no digeridos.

Sheinbaum, la oficialista, la científica, la gobernante, la de la experiencia, careció de argumentos que comprobaran sus dichos. Sin duda, su victoria sería el continuismo. El equivalente de más de lo mismo pero aumentado.

Reconocer al Ejército, la Marina y la Guardia Nacional, es un cliché. Ninguna de las tres fuerzas ha pacificado el país. Prometer que de llegar a la Presidencia de la República mantendrá las “reuniones con el gabinete de seguridad” no garantiza siquiera un mínimo avance para contener la violencia y frenar el narcotráfico y la presencia del crimen organizado.

Un debate que invitó al que se invitó a Morfeo y orilló a un recorte de tiempo.

Programado para estar al aire y ser escuchados las candidatas y el candadito por dos horas, solamente estuvo al aire 103 minutos.

El postdebate comenzó anoche mismo y las mesas de especialistas imitaron a los aspirantes presidenciales. Cada cual por su lado y sin la conclusión que orientara a los ciudadanos.

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