La Estrategia de Calderón y García Luna: Necropolítica y Administración de la Guerra Contra el Narcotráfico

“La guerra y el terror son el campo más fructífero para legitimar el estado de excepción, para establecer el derecho de matar”: Helena Chávez Mac Gregor

Cuando Felipe Calderón y Genaro García Luna se colocaron en el centro de la opinión pública con sus cargos como Presidente de México y Secretario de Seguridad Pública (SSP), comenzó a forjarse la historia moderna del narco y la violencia: los homicidios dolosos crecieron cerca del 100 por ciento, los grupos criminales se dividieron, aparecieron nuevos cárteles y más sanguinarios y hubo guerras entre exaliados. Todo lo anterior con la complicidad de servidores públicos vinculados al crimen organizado, lo que derivó en una mera “administración de la guerra para un trabajo de muerte”: necropolítica.

Es justa mente esta palabra la que da nombre al libro del periodista José Reveles “Necropolítica y narcogobierno: nuevas dinámicas del poder en México”, en él se abunda sobre las estrategias del Gobierno para hacer frente al crimen organizado, aunque años después se demostró que, al menos, García Luna estaba coludido con el narco.

José Reveles retoma los escritos de Achille Mbembe (filósofo y teórico político camerunés), de la española Clara Valverde y de la profesora mexicana Helena Chávez Mac Gregor; siendo está última quien afirma que “la guerra y el terror (…) son el campo más fructífero para legitimar el estado de excepción, para establecer el derecho de matar y el escenario más vulnerable es aquella que no posee las armas”.

“Crear escenarios apocalípticos”

En entrevista para Infobae México, el periodista José Reveles reconoció que si bien en la administración de Felipe Calderón no hubo un estado de excepción, sí se normalizó la violencia y se crearon “escenarios apocalípticos” para justificar el uso de las Fuerzas Armadas en el combate al crimen organizado: “al costo que fuera”.

Ejemplo de esos “escenarios apocalípticos” fueron las masacres en Boca del Río, Veracruz, y Guadalajara, Jalisco, que dejaron 35 y 26 víctimas, respectivamente, y que en su momento (septiembre y noviembre de 2011) se dijo que formaron parte de la guerra entre Los Zetas y Los MataZetas; aunque también se puede sumar a esos ejemplos las “granadas de Michoacán”, señalado como el inicio del “narcoterrorismo” durante los festejos del Día de la Independencia en 2008.

No hubo detenidos -recuerda José Reveles- y los discursos oficiales, encabezados por Felipe Calderón y Genaro García Luna, quisieron hacer pasar a las víctimas como integrantes del narco -daños colaterales sería una de las frases “célebres” del expresidente años después-; sin embargo, una investigación periodística respecto al caso de Boca del Río del propio Reveles confirmó que en realidad se trataba de repartidores de pizzas, un chofer de mudanzas, un pintor de brocha gorda, un vendedor de hamburguesas o un mecánico, entre otros secuestrados días antes de las masacres.

Genaro García Luna habría sido uno de los principales funcionarios detrás del inicio de la guerra contra el narco de Felipe Calderón, apuntó Raymundo Riva Palacio

FOTO: MOISÉS PABLO /CUARTOSCURO.COM

La necropolítica de Felipe Claderón y García Luna

“Un trabajo de muerte” es como Mbembe describe a la necropolítica, son pues los gobernantes quienes apelan a una “continua emergencia” o una “ficción fantasmagórica del enemigo” para determinar “quién muere y quién vive”.

En el caso mexicano, fue Felipe Calderón, en su figura de jefe de Estado, quien declaró la “guerra contra el narco”, pero fue Genaro García Luna el encargado de aplicar la estrategia, la cual -ahora sabemos después del juicio en su contra en Estados Unidos- se enfocó en atacar a los enemigos del Cártel de Sinaloa a cambio de millones de dólares.

La “emergencia continua” que menciona Mbembe era precisamente la guerra entre cárteles de la droga que se desató en 2006 entre el Cártel de Sinaloa y Los Zetas, luego en 2008 entre el Cártel de Sinaloa contra los hermanos Beltrán Leyva y el Cártel de Juárez: en todas ganaron los sinaloenses, favoritos de García Luna.

Pero existió otra práctica que contribuyó a convertir la “guerra del narco” en algo cotidiano: los shows televisivos, las múltiples detenciones (aunque muchos fueron liberados después) y la propaganda mediática de los atentados y ataques orquestados presuntamente por narcos, cuando -afirma José Reveles en su libro- muchos de ellos fueron orquestados por las propias fuerzas del orden “disfrazados” de criminales o viceversa, criminales con uniformes de policías.

Achille Mbembe resalta que “para el poder, unas vidas tienen valor y otras no”, esto no quiere decir que se crean “políticas públicas” para matar a los ciudadanos (como los famosos ‘Vuelos de la muerte’), “sino (para) dejarles morir; crear políticas en las que se van muriendo”.

La “guerra contra el narco” de Felipe Calderón fue eso, la creación de una estrategia pública que dejó indefensos a millones de mexicanos y mexicanas que quedaron envueltos en una ola de violencia de la cual no podían defenderse, los dejaron morir. Si bien el ejecutor de dicha estrategia de seguridad hoy está esperando su sentencia en Estados Unidos, José Reveles recalca que “Calderón sí sabía”, pues más de un funcionario (sin hablar de los reportes periodísticos) le señalaron los vínculos de su “superpolicía” con el Cártel de Sinaloa.

(Agencia)

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