Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Presumir que 11.8 millones de personas mayores de 18 años encendieron el televisor y “disfrutaron” del debacle, es un despropósito.
De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral los ciudadanos mexicanos somos poco más de 100 millones y de éstos, 97 se encuentran en la Lista Nominal, es decir, lo que tienen el derecho de sufragar el día de las elecciones del 2 de junio.
En las pasadas elecciones federales, el total de ciudadanos que acudió a las urnas, fue contabilizado en 62.42 por ciento, de un padrón menor al actual. El total de los votantes alcanzó la cifra de 56 millones 611 mil.
Presumiblemente el debacle del domingo habría despertado el “interés nacional” por dos razones: 1.-porque se elegirá a quien pasará a la historia como la primera mujer presidenta de México en su historia y, 2.- por el morbo de mirar cómo se atacaban las aleznas, perdón las candidatas.
Si 11 millones de ciudadanos se mantuvieron pegados a la pantalla, el noventa porciento quedó decepcionado del comportamiento de las candidatas… porque nadie sabía que había un “candidato”.
En un comunicado del INE, se informa que “El Primer Debate Presidencial 2024, organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE), fue visto por 11.8 millones de personas mayores de 18 años en televisión, de acuerdo con la medición de la empresa HR Ratings Media, informaron consejerías integrantes de la Comisión Temporal de Debates, en conferencia de prensa”.
Buscar el rating más elevado de algún evento que se transmite por televisión abierta, no es fácil y es prácticamente imposible hacer cuadros comparativos. No hay omitir que los canales de paga no transmiten debacles políticos.
Aunque el CEO de HR Ratings Media, Rodrigo Gómez, dijo que “de los 76 millones de televidentes proyectados, hubo 13.7 millones de mexicanas y mexicanos de dos años en adelante que estuvieron expuestos al debate”.
Una explicación que no explica nada. Si se proyectó 76 millones de televidentes y hasta niños de dos años en adelante estuvieron expuestos -es decir, ¿miraban el debacle?-, por qué solamente se consideraron 11.7 millones.
El dato revela algo sumamente importante: la indiferencia de los ciudadanos.
La misma, no se puede atribuir a la falta de spots, mensajes, conferencias de prensa, anuncios en las publicaciones. La cobertura fue, sin duda, masiva.
Cierto: malos los mensajes, pésimos los anuncios y la mala producción de los spots, realizados por alguna empresa “con experiencia”, no como la desorganizo el debacle, contaron mucho para no escucharlos, leerlos y mirarlos.
Si tomamos en serio la información, necesariamente nos lleva a encontrar la apatía de los votantes.
Quizá la razón haya sido y sea que ninguna de las candidatas los ha conquistado. La oficialista porque, de ganar, no oculta lo que hará: seguir destrozando el país. La oposicionista, tiene ideas novedosas, pero ha sido incapaz de comunicarlas con fluidez y su equipo de comunicación y difusión, poco hace por hacerlos digeribles.
Si bien es cierto el debacle no fue debacle porque no deblaquieron, y quedó a deber las propuestas de las candidatas, también es verdad que la oficialista no estaba en su hábitat de confort y se vio forzada a mostrarse indiferente a los cuestionamientos. La misma táctica de su mentor que adoptó ya la frase de su archienemigo: no los ve y no los oye.
La audiencia podría considerarse ¿mucha o escasa?, y lo que cuenta es que los ciudadanos no nos enteramos de las promesas, propuestas y cómo llevarlas al cabo.
Total, un debacle que dejó claro que la clase política ha sido enterrada y ahora surgen los “jóvenes rostros” para encabezar la que se considera por sí misma la #nueva clase política mexicana”. Algo así como la “nueva escuela mexicana” o la “nueva línea 12 del metro”.
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